Harry Gruyaert: «Retratar tu propia ciudad puede ser la cosa más difícil»

Uno de los pioneros del color en la fotografía visita Madrid para presentar un libro sobre París realizado con los fondos de la agencia Magnum

Harry Gruyaert: «Retratar tu propia ciudad puede ser la cosa más difícil» matías nieto

matías nieto

Sus pequeños ojos son ampliados por unas gruesas gafas. Son ojos muy inquietos, recorren cada esquina, analizan incansablemente cada movimiento. Demuestran la increíble inquietud de este fotógrafo flamenco que, con ensayos tan dispares como el de Marruecos o la introspección en su Bélgica natal, se ha convertido en una de las principales referencias de la fotografía en color. Desde 1981 Harry Gruyaert es miembro de la agencia Magnum. Su obra es un claro puente entre los maestros clásicos de la agencia y los nuevos valores. Ha estado en Madrid presentando un libro colectivo de Magnum sobre París (editado por La Fábrica).

-El libro muestra París dividido en décadas y el trabajo de los fotógrafos es muy distinto en las distintas épocas. ¿Por qué son tan diferentes?

-Porque París cambia tanto... Es lo interesante del libro, mostrar los cambios era la intención del libro. Me pidieron supervisarlo, estaba fascinado. Había que redescubrir parte de los orígenes en los trabajos anteriores de Magnum. En buena medida esa es una de las mejores partes del libro. Había una guerra, la realidad política era definida, las primeras crisis económicas, las primeras vacaciones, todo documentado de una manera periodística. La parte final es mucho menos concreta. Pero trabajar en los archivos ha sido algo impresionante, porque Magnum es como una gran familia. A veces estás encantado, otras veces es suficiente.

-Usted vive en París: ¿es fácil retratar su propia ciudad?

-Es la cosa más difícil. Una vez que vives en un sitio empiezas a ver las cosas con normalidad. Luego no puedes mostrar toda la atención, estas pendiente de amigos o familia. Mi mejor trabajo allí lo hice al principio. Magnum entonces estaba en la tradición humanística en blanco y negro. Y mi trabajo es más pictorialista. Raymond Depardon estaba fascinado por mis imágenes, le parecían mucho más plásticas, más modernas. Para mí la gente no es lo más importante, lo es el todo. Muchos se quedaron sorprendidos de que lo que yo mostraba fuese París.

-Sus influencias fotográficas son más americanas. ¿Es usted un americano en Europa?

-No, soy mucho más europeo. Pero sí me interesa mucho más el color de autores como Stephen Shore o Meyerowitz.

-Su otra referencia es Antonioni.

-Sí, descubrí su películas con 20 años y me fascinaron. Recientemente la Cinemateca en París nos pidió hacer algo sobre el cine . Hice un montaje con imágenes de Antonioni y mis fotos, que sorprendentemente para mí funcionó muy bien.

-Fue un purista de la Leica y el Kodachrome. ¿Cómo es el trabajo en color ahora?

-Estoy excitado con las nuevas posibilidades que hay. Ahora puedo afinar mucho más. No echo de menos el Kodachrome, aunque al principio fuese un shock. Pero ya puedo recuperar viejas diapositivas, ya que ahora consigo reproducirlas bien. En digital hay que ser mucho más cuidadoso, porque se es menos disciplinado. Ahora todo es fácil, y a la vez es peligroso. Veo imágenes de gente joven que son demasiado fáciles, no son interesantes, les falta algo.

-¿Qué piensa de tanta manipulación, por ejemplo de Andreas Gursky?

-Vi por primera vez las imágenes de Gursky y no entendía por que eran tan grandes. Te acercabas y no tenían detalles. Ahora sí se comprende, sus copias son mucho mejores. Son como cuadros, te acercas y lo ves todo. Me parece interesante, pero no es Dios. A mí me interesa que las cosas pasen, no construirlas. Es el milagro del accidente. Esa extraña manera en la que las cosas se unen y tienen sentido.

-Por eso se ha definido siempre como fotógrafo en vez de pintor.

-Si, voy en busca de ese milagro. Cartier-Bresson me propuso una vez colorear sus grabados. Él odiaba el color, pero le gustaba mi trabajo. Le agradecí la atención pero me negué. Yo no soy pintor, no puedo hacer eso.

-¿Su trabajo en 1972 «TV Shots» capturando imágenes de televisión fue premonitorio?

-Seguro. Venía de Nueva York muy influenciado por el nuevo arte pop y sorprendido acerca de la banalidad de la televisión. Algo que ahora es más que manifiesto.

-Empezó trabajando en blanco y negro y se ha convertido en un gran fotógrafo en color. ¿como evolucionó?

-Fue como enamorarse de una nueva mujer. Algo emocionante, poco a poco se me fueron abriendo los ojos. Ahora estoy recuperando y mostrando las primeras imágenes en blanco y negro. No lo he abandonado completamente.

-¿Las eternas discusiones sobre estilos en Magnum llevan a algún sitio?

-Sí, claro. Tenemos que debatir. Si Magnum no hubiese admitido a Martin Parr yo me hubiese salido. Son planteamientos muy estimulantes, si bien para algunos es casi como una religión.

-¿Qué futuro tiene Magnum?

-Es un milagro que Magnum siga funcionando, las cosas cambian, pero sigue ahí. En origen Magnum defendía los derechos de autor y sus ventas de archivo suponían un 70% del total de ingresos. Ahora no es más de un 30%. Hallamos nuevas maneras, seguimos ahí.

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