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Javier Cenicacelaya: «Hoy el glamur desaforado carece totalmente de sentido»

Junto a Iñigo Saloña, recibió ayer en la Academia de Bellas Artes de San Fernando el Premio Internacional de Arquitectura Rafael Manzano

Javier Cenicacelaya: «Hoy el glamur desaforado carece totalmente de sentido» isabel permuy

fredy massad

Instaurado con objeto de destacar una trayectoria distinguida por su respeto hacia el paisaje y el urbanismo de las ciudades, la tradición y los valores clásicos de la arquitectura, el Premio Rafael Manzano Martos –convocado por la Richard H. Driehaus Charitable Trust y la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame (EE.UU) −ha recaído este año en Javier Cenicacelaya e Íñigo Saloña.

El galardón (que deliberadamente distancia su espíritu del que distingue a gran parte de los premios contemporáneos, centrados en el reconocimiento a la figura carismática y la novedad) honora la labor que estos arquitectos han venido desarrollando, desde la fundación de su estudio en Bilbao en 1983, de «defensa y puesta en práctica de una arquitectura más consciente del contexto y de las necesidades de sus habitantes, capaz de integrar la tradición local y el lenguaje clásico en la modernidad».

Abordando el hecho de un contexto de crisis del modelo icónico y de reconocimiento de la necesidad de recuperar determinados valores que, lejos de obsolescencia, han afirmado su vigencia para definir un presente y futuro para la arquitectura, Javier Cenicacelaya valora la existencia de este premio en estos términos: «Decía Colin Rowe que no es posible una sociedad civilizada sin recurrir al precedente. El precedente, la memoria no puede ignorarse y mucho menos destruirse, vilipendiarse o intervenirse de una manera salvaje como hemos visto en casos recientes, y únicamente con el propósito de llamar la atención. Eso significa despreciar lo recibido. Mi tarea como catedrático de Composición Arquitectónica me hace también constatar la importancia de conocer la totalidad de la Historia, para hacernos conscientes de la inmensa riqueza que tenemos. En ese estudio histórico de la arquitectura es cuando nos percatamos que no somos sino aprendices. Por eso es positivo que un filántropo como R.Drieshaus preste atención y comparta la idea de que no puede destruirse la conciencia del pasado, sino al contrario: aprender de ella. En una época de crisis, con las incertidumbres que se avecinan, escasez de recursos de todo tipo: financieros, naturales, energéticos…, el reclamo a la sostenibilidad…Hoy más que nunca, llamar la atención por el mero hecho de hacerlo, el glamur desaforado, pierde completamente cualquier sentido. Por eso, en ese sentido, consideramos que éste es un premio que se otorga a la arquitectura bien entendida.»

Entre las obras más representativas de estos arquitectos se cuentan el Centro Rural de La Rigada (Musques); la sala multiusos del Colegio Sagrada Familia de Derio; el edificio de oficinas y centro cultural de Durango; la ampliación y rehabilitación de una casa en Galdácano. Destaca entre su trabajo a nivel internacional su contribución a la reconstrucción de la Rue Lacken de Bruselas; la Iglesia de Sant John Neumann en Miami. Es destacable igualmente su contribución a la recuperación urbana de Bilbao, un trabajo que refleja cómo el éxito de una mejora en la calidad de la vida de la ciudad no debe reducirse a la capacidad de un edificio icónico sino a una suma de factores y procesos más complejos, menos visibles y llamativos, pero igualmente decisivos y, me recalca Cenicacelaya al reflexionar sobre este tema, a la participación crucial de administración y ciudadanía.

Más sosegados y racionales

«Sosiego, sosegado» es una palabra que aparece en varias ocasiones a lo largo de la conversación. Relativa al carácter que desea transmitir DPArquitectura , la revista que dirige junto a Saloña y en la que hacen primar una vocación informativa y didáctica rigurosa. Sobre la actitud con que la profesión de arquitecto debería afrontar su futuro: «Cuando salgamos de esta crisis, los arquitectos tendremos que adaptarnos a esta escasez, a ser más racionales, a servir con más intensidad a los intereses de la comunidad…Esta situación va a suponer una profunda reflexión y espero que aprendamos de los errores tanto en arquitectura, como en humanismo, economía, política… a ser más sosegados y racionales.»

Reflexionando sobre cómo describiría la identidad y el presente de su estudio, «resistiendo en un panorama muy paralizado», concluye este arquitecto: «Nos gustaría adoptar una postura de humildad máxima a la hora de abordar los edificios y hacerlo, por supuesto, con respeto hacia lo que hemos recibido, a la racionalidad. Es lo que siempre hemos hecho y en la línea en que querríamos continuar.»

 

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