«No ha sido una atribución a la ligera», afirma la restauradora del cuadro

Carmen Albendea e Ian McClure han llevado a cabo un minucioso trabajo de restauración de «La educación de la Virgen», de la Universidad de Yale

«No ha sido una atribución a la ligera», afirma la restauradora del cuadro BANCO SANTANDER

ANDRÉS GONZÁLEZ-BARBA

Corría el año 1617, según revelan los estudios de John Marciari sobre su hallazgo de 2004, cuando un jovencísimo Diego Rodríguez de Silva y Velázquez dejaría huella de su genialidad pintando «La educación de la Virgen», el lienzo más antiguo de los que se conservan de su etapa sevillana y el que marcaría el camino de inicio de su posterior evolución como maestro de la pintura universal. Ahora, casi cuatro siglos, vuelve a Sevilla gracias a la exposición «El joven Velázquez» , que se exhibe en el Espacio Santa Clarahasta el próximo 15 de enero. Paralelamente, hoy comenzará un simposio internacional en el que destacados expertos debatirán hasta el viernes sobre esta pintura y su época, destacando los más críticos que niegan la autoría de esta obra a Velázquez.

La muestra no sólo tiene el valor de recuperar para la capital hispalense durante tres meses esta pintura, que ha sido restaurada en la Universidad de Yale durante dos años y medio gracias al mecenazgo del Banco Santander, sino que además ofrece por primera vez este cuadro enfrentado con la otra pintura que pudo servir de inspiración y modelo para el joven artista, «La educación de la Virgen» (ca. 1612), de Juan de Roelas, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. La exposición se completa con la «Sagrada Familia» (1613), de Luis Tristán –del Instituto de Arte de Minneapolis–, y la «Imposición de la casulla a San Ildefonso» (ca. 1622-1623), del Ayuntamiento de Sevilla.

División entre los expertos

A la inauguración de la exposición acudió ayer el director de la Yale University Art Gallery, Jock Reynolds, quien agradeció el trabajo de restauración y conservación que han realizado durante estos años la española Carmen Albendea e Ian McClure. Asimismo, recordó cómo llegó el cuadro a la Universidad de Yale. El lienzo pertenecía a la familia Townshend, que se dedicaban al transporte marítimo y que la poseyó durante cuarenta años. En 1925 fue donado por los hermanos Henry Hotchkiss Townshend y Raynham Townshend a la Universidad de Yale. «Cuando acabó la II Guerra Mundial se hizo un inventario de la universidad y nos dimos cuenta de lo que había. En 1963 el cuadro llegó a la Universidad de Boston, donde se limpió y estudió. Un estudiante de Yale, Umberto Rodríguez, dijo por primera vez en 1971 que podría tratarse de un Velázquez». Luego vino el artículo de John Marciari en 2010 en el que hizo la atribución formal del cuadro a un joven Velázquez, abriendo una división entre los expertos.

Perdido durante siglos

Ian McClure detalló ayer que el proceso de restauración del cuadro ha durado dos años y medio:«El lienzo original estaba muy deteriorado, con orificios y grietas». Asimismo, subrayó que el cuadro estuvo perdido durante siglos y agradeció la ayuda del Santander y el trabajo realizado por Carmen Albendea. La restauradora afirmó ayer que «se hizo un estudio para ver los aspectos técnicos de la obra para corroborar que es una pintura de Velázquez de su etapa sevillana, y podemos afirmar que tanto las técnicas como los materiales empleados en esta pintura son los mismos que los que usó Velázquez en su época sevillana. No ha sido una atribución a la ligera».

Benito Navarrete, comisario de la muestra, explicó que Jock Reynolds «vio desde un principio que se trataba de un proyecto científico serio. La exposición trata de explicar los primeros años de Velázquez en su ciudad natal. En el primer Velázquez hay naturalismo. No conoció a Caravaggio de primera mano, pero sí a través de Luis Tristán y de otros caravaggistas que había en Sevilla». El alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, recordó la figura de Emilio Botín y la gran vinculación de su familia con la Universidad de Yale. Además, agradeció «poder traer hasta Sevilla esta obra».

«No ha sido una atribución a la ligera», afirma la restauradora del cuadro

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