mÚSICA
El pregón de Laura García Lorca inaugura La Bienal de Flamenco de Sevilla
BIENAL DE FLAMENCO
La cantaora Marina Heredia ha interpretado 'Las tres morillas' y unas sevillanas al piano de Pablo Suárez en el cortijo de Pino Montano, donde se reunió la Generación del 27 y cantó Manuel Torre
Hay, bajo su piel, sangre de poeta. Y eso, ubicado en este entorno, tiene una significancia enorme. El pregón es el gran guiño de La Bienal de Sevilla al Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922, del que se cumple su primer centenario. Aquel evento, que buscando las esencias perdidas del flamenco y sin quererlo inauguró una nueva etapa y sirvió de inspiración para el resto de citas que nacieron a su estela, guarda relación con el enclave en que nos encontramos: el cortijo de Pino Montano. Laura García Loca, familiar de Federico y presidenta de su fundación desde el año 2005, lo ha recordado: «Para mi tío este lugar fue sumamente especial. Aquí, reunidos una noche, le pidió a Sánchez Mejías que trajera a Manuel Torre, que era el que de verdad le gustaba por soleares. Y eso hizo. Aquí se formalizó la historia». Ella ha sido la encargada de anunciar casi un mes de cante, baile y guitarra en la ciudad, justo en la esquina en la que se desgañitó, una noche de invierno de hace casi cien años, el raro artista jerezano.
La luna, completa como en una letra por fandangos, parecía escogida. Marina Heredia, de Granada, claro, cantó 'Las tres morillas' y unas sevillanas al piano de Pablo Suárez. Y Chema Blanco, director de La Bienal, dio paso al vínculo postrero con el poeta. Laura García Lorca, nacida en Nueva York en 1954 a causa del exilio, compartió con los asistentes unas palabras emocionadas. Su relación con la música, con el cante, en concreto, así como las nanas que recibió de niña: «Primero, la que dice 'Pajarillos jilgueros/qué habéis comido/sopita de la olla/y agua del río'. Después, la que grabó Bernardo de los Lobitos en la famosa antología». También descubrió su contacto posterior con lo cabal: «Conocí a grandes figuras. A Vicente Escudero, quien me cautivó de pequeña, y Enrique Morente o El Parrón, quienes me acogieron. Cuando volvimos a España la gente asociaba las canciones populares que yo cantaba con el franquismo, algo que impresionó a mi familia. Que nos impactó a todas. Celebro que se hayan abordado desde otro prisma y ya no sea así».
Desgranó sobre el papel algunos fragmentos de la obra de Lorca y el flamenco que de ella se destila. Descripciones de cafés cantantes, escenas con La Parrala y versos como los de «Cerco tiene la luna/mi amor ha muerto», que sientan su base en el folclore y a través de su intención toman otra envergadura.
María Dolores Sánchez-Mejías, sobrinanieta del torero, pulula habitualmente por estas estancias que son su casa y que conservan, en líneas generales, la estética de entonces. Donde la Generación del 27 fantaseó y festejó, el espacio en que se reunió y se formalizó como tal, es este: el bello cortijo de Pino Montano. Los arquillos que escucharon la fatiga faraónica del Torre, quien inspiró parte del 'Romancero gitano', lucen a la espalda de Laura. Villalón, Cernuda y Alberti se cruzaron aquí, donde estuvo Pedro Salinas y Jorge Guillén. Donde un palomar, quizá, motivó algunos de los versos más claros de la casida lorquiana. Ahí se abre paso La Bienal. Todo un ejercicio de romanticismo.