El año de «Antonio de Lebrixa (o Nebrixa)»

El ensayo de Juan Gil, la biografía de José Antonio Millán, la novela de Eva Díaz Pérez y el cuaderno didáctico de Lola Pons, encarnan lo mejor que se ha escrito por el IV centenario de Aelii Antonii Nebrissensi

Una exposición muestra en el Archivo de Indias la huella de Elio Antonio de Nebrija en América

Fernando iwasaki

Sevilla

La celebración del V Centenario del latinista, gramático e impresor Elio Antonio de Nebrija (1444-1522), ha sido motivo de una serie de actividades y publicaciones, que superan con largueza las que se llevaron a cabo en 1616, cuando celebramos los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes, porque la desidia y la fatiga de las instituciones organizadoras fueron flagrantes. Sin embargo, eso no ha ocurrido con Nebrija, porque además de los fastos oficiales de naturaleza municipal, autonómica y nacional, varios escritores se han fijado en la figura de Nebrija para redactar novelas, biografías, artículos y hasta cómics. Pienso en 'El manuscrito de niebla' (Espasa) -novela de Luis García Jambrina- o en 'Nebrija' (Nórdica) -cómic dibujado por Agustín Comotto-, aunque a mí me gustaría concentrarme en otras publicaciones como el ensayo 'Antonio de Lebrija' (Athenaica) de Juan Gil, la biografía 'Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad' (Galaxia) de José Antonio Millán, la novela 'El sueño del gramático' (Fundación José Manuel Lara) de Eva Díaz Pérez y el cuaderno didáctico 'Antonio de Nebrija. La lengua y la verdad' (Junta de Andalucía) de Lola Pons.

El breve y sustancioso estudio de Juan Gil es -sin duda- la contribución más brillante de todas las enunciadas, pues documentarse está al alcance de la mayoría, pero sólo una selecta minoría es capaz de haber leído lo mismo que leyó Nebrija y gestionar con solvencia esas lecturas. Juan Gil pertenece a esa crema exquisita de sabios y por eso su ensayo está constelado de hallazgos como «Los Reyes Católicos se habían percatado de que no les bastaba ya con ser celebrados en romance; para entrar en liza por la hegemonía europea era necesario que los hechos de su reinado se narrasen en latín». Esta perla -que no es la única- le basta a Juan Gil para demostrar cómo el latín alumbró un Nuevo Mundo y por qué un latinista como Nebrija tenía «auctoritas» para moverse a través de la historia, la cosmografía y todos los saberes. Pero Juan Gil también nos revela el lado humano del maestro Antonio y así lo descubrimos vanidoso, cortesano, bufonesco y erudito en materias judaicas. Juan Gil no lo dice, pero su propia obra es oceánica y nadie como él ha demostrado la «auctoritas» de los maestros de lenguas clásicas para seguir alumbrando el mundo. En el liminar del ensayo, Juan Gil demuestra por qué deberíamos decir Antonio de Lebrija y no «Nebrija», pero aquella era la almendra antes del festín.

La biografía de José Antonio Millán es un prodigio de documentación, pues el itinerario vital de Nebrija aparece siempre enriquecido con la exposición del contexto. Es decir, que, si nuestro personaje fue escolar en Bolonia, leyendo descubrimos cómo era el ambiente humanista en aquella ciudad; y si Nebrija fue catedrático en Salamanca, Millán nos expone cómo eran los entornos académicos de entonces. Asimismo, cada una de las obras de Nebrija aparece en diálogo con otras de su época, aunque deseo destacar de forma especial el apartado titulado «Interludio celeste», porque la cosmovisión del siglo XV era pre-copernicana y la inquisición mantuvo al mundo hispano en las tinieblas ptolemaicas hasta el siglo XVII.

La novela de Eva Díaz Pérez tiene como protagonista a un delicioso personaje que me recuerda a 'La hija de Homero' de Robert Graves o a la apócrifa hermana de Shakespeare que Virginia Woolf convocó en 'Un cuarto propio'. Me refiero a Francisca de Nebrija, presunta hija del gramático cuya existencia carece de soporte documental, aunque apareció mencionada como tal en la 'Varia historia de santas e ilustres mujeres de todo género de virtudes' (1583) de Juan Pérez de Moya. ¿Y qué más da, que Francisca no haya existido? Las novelas se escriben para crear o usurpar vidas imposibles o de otros, y eso es lo que Eva Díaz Pérez consigue a través de la hija del maestro Antonio.

Por último, el cuaderno didáctico de Lola Pons se enmarca dentro de un ambicioso plan de divulgación diseñado desde el Centro Andaluz de las Letras, que lleva exposiciones y cuadernos como el presente (ambos incluso) a institutos y bibliotecas públicas. Así, Lola Pons ha preparado un ameno y riguroso Antonio de Nebrija «compositum», donde hace hincapié en la dimensión pedagógica y lectora del maestro.

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