ladrón de fuego
Una poesía de susto
«Reiniel Pérez Ventura, último premio Loewe, es una feliz noticia y un descarriado»
De Cuba al Palace gracias a la poesía: el viaje de Reiniel Pérez Ventura
Ha impresionado que el último premio Loewe de poesía, Reiniel Pérez Ventura, practique ahondadamente la opulencia del lenguaje y admita magisterios en Neruda, Octavio Paz o Gastón Baquero. Eso, y que Reiniel tiene veintidós años, que se gustan en la sintaxis ... desperezada y en la imagen celeste. En esa impresión, que he detectado en demasiados poetas, y en no pocos críticos, se reúne el estupor porque alguien venere el abolengo de la palabra, cuando no otro espíritu tiene la poesía de creación verbal, que es la gran poesía, porque acaso no hay otra.
A mí casi me desconcierta que los lectores y los hacedores de poesía se estremezcan porque un poeta proponga el océano del idioma, cuando no otro mandato recoge el ejercicio duro del verso, donde hay que encerrar el universo en un diamante, según máxima de Juan Ramón, más bien desatendida, según vemos. Me desconcierta, y hasta me disgusta. Se nos viene malcriando en la poesía de pantalón de pana y verso tuitero, con lo que el poema que ata la luz del fondo y trepa rápido a la metáfora parece una mala costumbre de chicos de estilo y capricho barroco.
Pero la poesía que incluye la sorpresa de riesgo es la poesía que conmueve, porque quien escribe con susto sintáctico, o imaginativo, dice más, y dice mejor. Yo creo que el día de los enamorados y el verso de internet son enemigos directos de la poesía en pie, y en serio, donde conviene que prospere la escultura léxica y la arborescencia del enigma.
De algún modo, se ha recibido a Reiniel Pérez como una anomalía en el paisaje de la poesía en español, con lo que se avala que nos hemos instalado en una escritura floja y fácil, de confort 'amateur', que igual sirve para aliviar algún desamor de temporada, pero no pone nunca calambre en el lector riguroso. Reiniel es una feliz noticia, y la anomalía de poeta lírico que aúpa esclarece que se ha extendido la complacencia hasta poemarios de mediocridad donde casi ni la autoría existe, porque todos pudieran haber sido perpetrados por el mismo escribidor cobardón, vanidoso y olvidable. Reiniel es un descarriado. Como tantos cuyo linaje sigue ahí, diciendo desde las cuevas del instinto del lenguaje.
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