Volver al cine como si fuera la primera vez

Tras año y medio sin pisar una sala por miedo a contagiarse de Covid-19, su hija le hizo el mejor regalo posible de cumpleaños a una jubilada madrileña: una proyección para ella sola en el centro de Madrid

Concha Irazábal y su hija, Alejandra Corral, en una sala de los Cines Embajadores, en Madrid IGNACIO GIL

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Mientras se abren las puertas de los Cines Embajadores , ubicados en la glorieta de Santa María de la Cabeza, en pleno centro de Madrid, bien podría estar sonando la música que Ennio Morricone compuso para ‘Cinema Paradiso’ , la joya de Giusepe Tornattore . O tal vez suene, aunque sólo sea en la cabeza de la protagonista de esta historia, cuya cinefilia es comparable a la que hizo de Alfredo y Totó dos personajes universales de la historia del séptimo arte .

Concha Irazábal, ya jubilada, empezó a refugiarse en la ficción que garantizaban las salas de cine cuando la realidad de nuestro país era tan gris que bajo los adoquines por no haber no había ni cemento. Con el pasar de los años, y la llegada de la democracia, fundó, junto con Zenaida Chacón y Paloma González, el ya extinto Festival de Cine de Mujeres de Madrid y escribió dos libros sobre directoras.

Su pasión se acomodó en su vida con la normalidad de un hábito adquirido a base de repetirlo, tantas veces como dos o tres por semana, las mismas que, desde que se jubiló, solía ir al cine. Hasta que llegó la pandemia de Covid-19 y, como todos, tuvo que quedarse en casa, viendo caer las hojas de un calendario que nunca antes estuvo tan vacío.

Pero cuando las salas volvieron a abrir, tras los meses de estricto confinamiento, el miedo a contagiarse, a perder la salud, pudo más que su cinefilia . Se suscribió a una plataforma de cine de autor en ‘streaming’ y con ella fue sobrellevando el tiempo, detenido, en realidad, desde el último día que pisó una sala sin saber que, tal vez, no volvería a hacerlo.

La frialdad de lo material

El año pasado, Concha se quedó, también, sin celebrar su cumpleaños, y su hija Alejandra, viendo ya algo de luz al final del larguísimo túnel que aún estamos recorriendo, decidió sorprenderla, hace sólo unas semanas, con un regalo inesperado para festejar su 70 aniversario: alquilar una sala de cine para ella sola . «Al llegar su 70 cumpleaños, que es un número muy redondo, me parecía que debíamos celebrarlo por dos. Regalar algo material te genera emoción, pero ahí se queda, y me parecía algo muy frío, sobre todo después de lo que hemoss pasado», explica Alejandra.

La joven, diseñadora de profesión, empezó a darle vueltas a su creativa cabeza, en busca de algo que le devolviera la ilusión a su madre. «Su pasión ha sido siempre el cine –continúa–, su vida la ha dedicado al cine, así que tenía que haber algo que cerrara el círculo y le hiciera sentir de nuevo esa emoción que hacía mucho que no sentía por su miedo a estar en un espacio cerrado y contagiarse, lo cual es totalmente respetable y nada cuestionable».

Entonces, Alejandra pensó en la posibilidad de que, tal vez, algún cine alquilara sus salas para reuniones de trabajo, presentaciones… Incluso intentó comprar todas las entradas disponibles para una sesión, la que fuera y del cine que fuera, pero el sistema, siempre contradictorio, se lo impedía. Así que decidió ponerse en contacto, para pedirles tarifas, con los Cines Embajadores , de los que su madre ya le había hablado, pues están en su barrio, al lado de su casa, y cuya apertura, el 10 de julio del año pasado, fue una de las mejores noticias culturales de toda la pandemia.

[Embajadores recupera la tradición de los cines de barrio]

«Contacté con ellos porque quería algo a lo grande, que es lo que ella se merece. Yo estaba dispuesta a pagar lo que fuese, porque las emociones no tienen precio, lo iba a hacer sí o sí, si me daban la posibilidad de hacerlo», rememora Alejandra. Así, les escribió un largo correo electrónico, en el que les explicaba los motivos de tan singular propuesta, las razones que la llevaban a querer alquilar una sala sólo para su madre, con proyección incluida.

Sorpresa

La sorpresa con la que Alejandra no contaba llegó con la respuesta de los dueños: no sólo estaban encantados con hacerlo posible, sino que se lo regalaban, ya que querían ser cómplices de tan bonita historia de amor al cine . «Empecé a llorar en mi casa, porque no me lo creía», confiesa Alejandra. «Es que hemos llorado mucho», interviene Concha, sentada junto a su hija en un taburete en el interior de los Cines Embajadores . «Sí, sí, hemos llorado un montón, y ahora me emociono y todo. No me lo creía…», corrobora su hija. A partir de ahí, ya sólo quedaba elegir el día, la hora –en sesión matinal– y la película, siendo ‘Nomadland’ , como no podía ser de otra manera, la escogida.

«Cuando recibimos el e-mail, la verdad es que nos contagió, nos transmitió mucha ternura. Si a mí mi hija me hiciera eso, me parecería maravilloso. El perfil de Concha es el de nuestro espectador ideal, por así decirlo: una persona cinéfila, de las que van al cine todas las semanas dos o tres veces… Nos pareció una idea muy bonita, y que además nos hubiera elegido a nosotros», explica Miguel Ángel Pérez , el propietario de los Cines Embajadores .

Miguel Ángel Pérez, propietario de los Cines Embajadores, Alejandra Corral y Concha Irazábal, fotografiados delante de las salas, en el centro de Madrid IGNACIO GIL

«Mucha gente nos ha dicho que lo bueno de este cine es que es muy familiar, conocemos a nuestros clientes, sabemos qué películas les gustan y hemos hecho amistad con muchos de ellos. Entonces, para nosotros esto era algo natural», sostiene el que fuera dueño de Karma Films , que fue capaz de abrir un cine en plena pandemia en el centro de Madrid –un hecho insólito en décadas–, en un inmueble que antes ocupó un banco y que llevaba años abandonado.

Protagonista

¿Y cómo se sintió Concha siendo protagonista de su propia película, y con final feliz, además? «Un día, entré en casa, sonó el teléfono y Alejandra me dijo: “Siéntate”. Me lo contó y me leyó la contestación del cine. Me quedé hundida en el sillón y pensé: esta gente sí que ama el cine. Fue muy emocionante». Desde el principio, y aunque aún no tenía la pauta completa de la vacunación, Concha estuvo segura de ir. No podía perder la oportunidad, esa no.

«En la sala íbamos a estar sólo Alejandra y yo. Luego, no pasé ningún momento de miedo a contagiarme ni nada. Cuando entré en la sala, después de más de año y medio sin pisar una… me senté y estaba emocionadísima». Acto seguido, miró a la pantalla y leyó: ‘Bienvenida de nuevo al cine’. «Me parecía increíble, no me lo creía, era como si estuviera soñando… Quizás, a lo mejor, por la emoción se me escaparía alguna cosa de la película, pero eso era lo de menos… Me parecía un sueño», recuerda.

«Ellos me ofrecieron traer a más gente, familiares, amigos, pero yo dije que no, porque quería experimentarlo sólo con mi madre», puntualiza Alejandra, y su madre remata: «Fue como ir al cine de nuevo por primera vez, pero con mucho más conocimiento y sabiduría. Fue el mejor cumpleaños de mi vida».

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