Volar o no volar, esa es la cuestión
El museo Kupferstichkabinett de Berlín presenta una exposición sobre el ansia humana de volar a través de la pintura con motivo de la inauguración del nuevo aeropuerto BER
Los museos también tienen sentido del humor e incluso sentido de la ironía. Prueba de ello es la exposición programada por el Kupferstichkabinett de Berlín , que revuelve el estado de ánimo de la capital alemana frente al evento histórico que tendrá lugar el 31 de octubre: la inauguración del nuevo aeropuerto BER, que llega con nada menos nueve años de retraso. Ese mismo día despegará también esta muestra, que aprovecha el escozor por el mayor fiasco de la historia de las obras públicas alemanas para reflexionar sobre la importancia del hecho de volar en la experiencia humana , a través de la historia de la pintura y sirviéndose de la riqueza de sus propios almacenes. Ha resultado muy interesante y además muy divertido repasar la colección en busca de interpretaciones pictóricas del vuelo, según ha confesado la comisaria Anna Marie Pfäfflin , defensora de que los museos de la ciudad palpiten al mismo ritmo que la actualidad y los sentimientos de sus habitantes.
Las aves y los insectos siempre han podido volar. Las leyendas afirman que las brujas y los demonios tienen también esta habilidad. El hombre, sin embargo, ha volado durante la mayor parte de su historia únicamente con la imaginación . Antes en el arte que en la realidad. Otto Lilienthal , uno de los pioneros de la aviación, vinculó la capacidad tecnológica del vuelo con una nueva era de la historia de la Humanidad, con la esperanza de libertad económica, movilidad y paz. En 1894 formuló su visión de que «las fronteras de los países pierden por completo su significado porque no pueden acordonarse hasta el cielo» y creyó ver el principio de un tiempo en el que «difícilmente se puede imaginar que los aranceles y las guerras sigan siendo posibles».
Solo después de recordar estas frases cobran todo su peso el recuerdo del Enola Gay y el de los dos aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas . Quizá piensen los berlineses que, una vez que ¡por fin! Puedan volar desde BER a los más recónditos puntos del planeta, será mayor su libertad, o que habrán llegado por fin al siglo XXI, pero el Kupferstichkabinett propone, como única vía real de progreso, la ensoñación que el acto de volar ha excitado al artista.
Exhibe alrededor de ochenta dibujos , grabados y obras de arte de libros desde la Edad Media hasta la actualidad, obras de alrededor de sesenta artistas , incluidos Alberto Durero, Rembrandt van Rijn, Francisco de Goya, Eugène Delacroix, Max Klinger, Otto Dix, Eberhard Havekost y Jorinde Voigt. Bajo el título «¡Despegamos!», se interesa por este sueño humano en todas sus múltiples facetas a través de creaciones de Wassily Kandinsky, Anselm Kiefer, Paul Klee, Max Klinger, Käthe Kollwitza, Max Liebermann, Donatello Losito, Henri Matisse, Adolph Menzel, Eduardo Paolozzi o Pablo Picasso, entre otras muchas figuras de primera fila.
Desde la levedad del ángel que visita a la familia de «Tobías» (1641), de Rembrandt Harmensz van Rijn , hasta el «Vuelo de la muerte a la que se aferra una joven», de Käthe Kollwitz, de los primeros años 20, pasando por la «Caída de Ícaro» (1947), de Henri Matisse ; el conceptualismo de «Top 10 Popsongs/55 Adler, Var. VIII» (2006), de Voigt; o el optimismo colorista de Eberhard Havekost.
Dado que la pandemia impide actualmente volar, precisamente cuando ya nos habíamos acostumbrado a hacerlo de forma rutinaria, muchos de los interesados en la exposición tendrán que conformarse con el curioso catálogo de 112 páginas y del que se ha encargado la editorial Wienand de Colonia. Seguramente pensando en esto, el Kupferstichkabinett dirige su programación de otoño a un público local, marcado por la inauguración del aeropuerto, que debía haber entrado en funcionamiento en 2011 y cuyas obras han sufrido todo tipo de contratiempos técnicos, desde las derivadas de la instalación de un sistema de extracción de humos hasta el de protección contra incendios, que también resultó defectuoso.
Cuando finalmente despegue el primer avión y sin ánimo de irreverencia, los berlineses caerán rendidos de alivio, como caen rendidos de admiración y gloria los apóstoles que contemplan la « Ascensión de Cristo a los cielos« (1510), de Durero.