Lo que el viento del Brexit no se llevó: una cultura muy europea

La cultura británica no pide pasaporte. En un mundo global no podemos dejar de constatar la grandeza de sus genios y la mutua influencia que las artes y las letras seguirán registrando por encima de las fronteras

El Brexit, según Banksy AFP

Por extraño que parezca, en la España de 2020 hay una cosa que une a las izquierdas y las derechas: no somos muy flemáticos –miren Twitter– ni tomamos el té a las cinco, aunque mezclamos cada día más palabras inglesas en nuestra conversación, oh yeah, porque es lo más, of course. Aun así, llegada la hora del Brexit no vamos a renunciar a la cultura que ya compartimos, desde Shakespeare a los Beatles, pasando por Bowie y Banksy. ¿Que los británicos salen de Europa? Pues estas cosas se quedan aquí, mezcladas con las nuestras, más allá del gazpacho y la tortilla. Por orden alfabético:

A de Alicia . El País de las Maravillas es un mundo ya para siempre nuestro, después de caer con Alicia en la madriguera interminable persiguiendo a un conejo que llegaba tarde, negando la puntualidad inglesa. ¿Era ese País un reverso punzante y surrealista del mundo encorsetado de Jane Austen (el georgiano, que luego fue derrocado por otro peor, el victoriano)? En el fondo de la madriguera del Brexit algunos ven otro cacareado País de Maravillas, sí, y allí tal vez haya una Reina de Corazones queriendo cortar cabezas y directivas europeas.

B de Beatles . La inicial de la isla británica está superpoblada culturalmente. Los Beatles han triunfado Across the Universe, seguidos muy de cerca por Bowie en la legendaria rareza espacial del Mayor Tom, camino de la Luna. Hay en la B alguien a la vez famoso y desconocido: Banksy. Y un críptico como William Blake, otra rareza espiritual británica e indescifrable. Todo ello cuando no existían ni el Brexit ni el balconing, tan nuestros.

C de Churchill . Empecemos por esa silueta panzuda –icónica como la de Hitchcock, pero política-: Winston Churchill, una de las grandes figuras mundiales del siglo XX. Otra de las grandes es, sin duda, Agatha Christie, la reina del misterio y de los crímenes a la hora del té con dos terrones. Pero si hay algo típicamente inglés es la capacidad de endulzar los relatos más duros de la historia. Y está Chesterton, católico también panzudo y a contracorriente, símbolo de un cisma que provocó las más crueles persecuciones religiosas de la historia. Vaya por Dios, parece cosa española. Leyenda negra y no nuestra.

D de Drake . Esa ambivalencia es tan inglesa: crueldad y mito, héroe y villano a un tiempo. Drake la encarna como pocos, pero también es doble la naturaleza de Jekyll y Hyde, por no hablar de Drácula, el no muerto, y su capacidad tan seductora como asesina. Más doble naturaleza que la del Dorian Gray de Oscar Wilde no hallarán en el mundo. O bien mirado sí. En Dickens, que se llenó los bolsillos escribiendo sobre los pobres y reinventó la Navidad, ese gran negocio que sobrevivirá al Brexit.

E de Espía . Gran Bretaña es un nido de espías desde antes de Enrique VIII y sus esposas. Bond, James Bond sería el paradigma de acción lo mismo que Smiley, de John le Carré, sería de ficción. Hay un espía en cada arquetipo inglés: hubo en Buckingham Palace (Anthony Blunt, como recordaba la serie «The Crown»). En Cambridge hubo cinco (y uno era Kim Philby) y en este juego carrolliano de los agentes dobles que andan por los dos lados del espejo, el más famoso fue Garbo, que mira por dónde era español y se llamaba Joan Pujol. Así no hay Brexit que valga.

F de Fútbol . Quizás el invento que más ha marcado nuestra era. Igual que Lucian Freud ha marcado con sus pinceles nuestra visión de la carne, y de la volcánica amistad /enemistad con Francis Bacon.

G de Grecia . Grecia es un país bañado por el Mediterráneo y las muchedumbres del Museo Británico. Tiene el don de la ubicuidad, como Gibraltar, que a veces es península (ibérica) y otras isla (británica). Sí… hay cosas que solo se entienden después de varios gin-tonic. Por cierto, con Gran Bretaña fuera de la fórmula europea, España es ya el país líder en producción de este destilado en toda la Unión. Una victoria.

H de Harry (Potter) , el niño que sobrevivió. Es el mayor negocio en la cutura de hoy, obra de J. K. Rowling. Casi tan famoso como fue Sherlock Holmes, por Sir Arthur Connan Doyle, 150 años antes. Pero en el bosque de los mitos de la H quien reina es Robin Hood, contrapoder e inspiración revolucionaria.

I de Inglaterra , donde conducen por la izquierda y los príncipes no los convierten en sapos de cuento, sino en abuelos. El superpoder es de Isabel II, la reina pop (que salía hasta en un disco de los Sex Pistols): inmortal hasta que se demuestre lo contrario.

J de Jack . Otro hijo de la Gran Bretaña y uno de los grandes villanos de la historia es Jack the Ripper, el Destripador. Frente a sus crímenes todos temblamos como una vela en el viento, la «Candle in the wind», que cantaría Rocket Man Elton John.

K de Kipling . Rudyard Kipling fue la voz literaria de la aventura y el imperio. Fue capaz de caminar (y ser enterrado) junto a reyes y acuñar una visión británica y global de la era colonial. Comparte letra con grandes de la poesía (Keats, el que escribió su nombre en el agua) y de la música (Mark Knopfler, escocés y local hero.)

L de Londres . Capital del reino de la niebla. Mirador del Támesis, The Globe, el Big Ben y Westminster. Calles pestilentes que auscultaban los diarios de Samuel Pepys e incendiaban los sonetos de Shakespeare. Dolor y gloria de Oliver Twist.

M de Monty Python . El humor inglés se hizo total de su mano disparatada y artúrica. Con ellos repetimos: «Nadie esperaba a la Inquisición española». Nosotros tampoco.

N de Newton . Los méritos caen por su propio peso, y el de Isaac Newton, descubridor de la Ley de la Gravedad, es grande. Como grande fue la historia de Nelson y la Royal Navy.

O de Oxford . Lugar de nacimiento de Stephen Hawking, lugar de doctorados y pipas humeantes, como la de J. R. R. Tolkien; de letras, ciencias, campanas y agujeros negros. Con la O, aunque estudiase en Eton, George Orwell, escritor y detector de totalitarismos. Hemos olvidado lo que dijo de cosas inquietantes que nos están pasando.

P de Peter Pan . Nos enseñó a volar a Nunca Jamás, la infancia como un lugar que nunca olvida a los piratas como Hook, y que la inmortalidad solo está al alcance de los que visten pantis verdes. Con los niños perdidos, antecesor sui generis del punk.

Q de Queen . El éxito de Queen es el de Freddy Mercury, un gigante venido del imperio que puso patas arriba con su voz nuestro mundo.

R de Rolling Stones . Hay poco que añadir sobre «Sus Satánicas Majestades», salvo que también es la R de referéndum para el Brexit y los que no hallan nunca satisfaction.

S de Shakespeare . Duda hamletiana: ser o no ser Europa acabó siendo estar o no estar en la UE. William Shakespeare retrató a reyes, amantes y emperadores, catálogo total de las pasiones, incesto incluido. Y, si faltaba picante, no se olviden de las Spice Girls.

T de J.M.W. Turner . El pintor de las atmósferas crepusculares dio el pistoletazo de salida del arte moderno británico, que hoy secunda un premio que lleva su nombre y sigue en las galerías Tate Britain y Tate Modern.

U de Utopía . Tomás Moro sabía que su «Utopía» no iba en serio, que no era posible ni deseable. Por desgracia, a la realidad se le da mejor la distopía: Orwell y la vigilancia masiva, Huxley y la felicidad impostada, Bradbury y el desprecio por los libros.

V de Vendetta . La vendetta es oriunda de Italia, pero la máscara de Guy Fawkes ha reescrito su historia en la protesta global y virtual.

W de Virginia Woolf . Con letra y habitación propia, el genio de la escritora llegó mucho más allá del faro y las olas. Y con música, el de Lloyd Weber.

X de X-Factor . La cantera de voces en tantos programas de TV replicada.

Y de YES . Un grupo cuya fama nadie puede negar.

Z de Zaha Hadid . La arquitectura desmesurada que marcó un punto de inflexión y la llegada de la mujer al star system de una disciplina pujante.

Hay muchos más, pero esto no es la Enciploedia Británica.

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