Agradeciendo el Príncipe de Asturias de la Letras en 2011. Con Phillip Glass. En la portada de uno de sus libros. Un retrato crepuscular. La elegancia siempre fue su seña de identidad. Septuagenario, tuvo que volver a los escenarios porque su contable cometió un fraude. Se convirtió de nuevo en la estrella moderna que acudía a los festivales más rompedores. Fue cabeza de cartel del FIB. Nunca dejó de creer en la palabra poética, en sus libros y canciones. Su afición por García Lorca, desde su juventud, le llevó a llamar Lorca a su hija. Un icono de masculinidad y elegancia, allí donde fuese. Como músico, deja una discografía que siempre roza el corazón. Como poeta una obra inmensa. Ha marcado una época. El evidente atractivo del cantante. España se rindió a sus encantos al otorgarle el Príncipe de Asturias. Ha estado cantando hasta el final. Aquí con su manager, Kelley Linch, que acabó acusada de acoso. Cohen deja un gran espacio vacío para la nostalgia de varias generaciones. Las fotos de su último disco y las declaraciones al New Yorker auguraban un pronto final. Su influencia y su adoración por la cultura española y el flamenco se encarnaron un día en «Omega», el disco de Morente con Lagartija Nick, con el que tanto tuvo que ver.