Versalles se hunde en la cuarta crisis más grave de su historia

Emmanuel Macron ha prometido ayudas de urgencia, para intentar cubrir los primeros 47 millones de déficit de los últimos ocho meses

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El Covid-19 amenaza el futuro de la más legendaria de las residencias reales de Francia, el Palacio de Versalles, declarado por la Unesco, en su día, Patrimonio de la Humanidad.

En vísperas de confinamiento, 68 empresas trabajaban en la restauración de la capilla real, los dormitorios de los Reyes de Francia, las galerías de los espejos y la esculturas, entre otras suntuosas dependencias de los tres palacios que componen el conjunto versallesco, Versalles, Gran Trianón y Pequeño Trianón, que «suman», en conjunto, al oeste de París, 800 hectáreas, 20 kilómetros de caminos, 200.000 árboles, 35 kilómetros de canalizaciones, 11 hectáreas de techumbre, 2.153 ventanas y 67 escaleras, entre «domésticas» y «suntuosas».

Residencia real entre 1682 y 1789 Versalles vive hoy la cuarta gran crisis de su historia. La primera (1789 / 93) culminó con Luis XIV y María Antonieta en la guillotina, víctimas del Terror (1793) con el que culminó la Revolución de 1789.

La segunda (1871) fue una humillación nacional: en Versalles se firmó el tratado preliminar de la paz de la guerra franco-prusiana, que culminó con el hundimiento militar de Francia.

La tercera (1940-45) fue una nueva y trágica humillación, tras la ocupación nazi, que utilizó el antiguo palacio real como «residencia secundaria» de algunos de sus jerarcas.

La cuarta gran crisis de Versalles comenzó con el confinamiento del mes de marzo pasado. Sin duda, la nueva crisis de la antigua residencia real no tiene por ahora la dimensión dramática de las tres primeras. Pero confirma un proceso de «decadencia» inconfesable, cubierto con el tupido velo de voluntarismo político nacional, muy diplomático.

Versalles ya necesitaba reformas y renovación profunda, antes del confinamiento. Esos trabajos de fondo han quedado parcialmente aplazados. Y el Estado no podrá solventar con rapidez la crisis de fondo, cuando hay varios millares de iglesias en estado de pasable decrepitud, comenzando por la catedral de Notre Dame, víctima de un dramático incendio, el 15 de abril de 2019, cuyos trabajos de reconstrucción también se han visto afectados por el coronavirus.

El Gobierno de Emmanuel Macron ha prometido ayudas de urgencia, para intentar cubrir los primeros 47 millones de déficit de los últimos ocho meses. Para tapar «agujeros» de diversa importancia, cuando la crisis de la institución y establecimiento tiene muchos otros rostros.

En diez años, las visitas a Versalles se habían doblado, pasando de 4 a 8,1 millones visitantes. Tras el confinamiento, hace siete meses han caído un 80 %. Jean-Jacques Aillagon, antiguo ministro de Cultura, presidente de la institución, y Catherine Pégard, directora, intentan tranquilizar al millar de asalariados. Sin conseguirlo.

Desde hace años, la financiación de Versalles había recurrido a distintas formas de mecenazgo, más allá de las donaciones: «alquiler» de sus salones para celebrar grandes fiestas «cosmopolitas», para realizar rodajes de películas, incluso para presentar trabajos o proyectos de grandes empresas. El Covid-19 ha cortado hasta fecha imprevisible esa fuente de ingresos.

Se acabaron, igualmente, las cenas de aparato, organizadas por cocineros célebres. Se acabaron, así mismo, las grandes reuniones internacionales organizadas por Giscard, Mitterrand, Chirac, Sarkozy, Hollande.

Quedan interminables obras por realizar, nuevas formas de financiación, nuevas «actividades» para intentar «relanzarse», cuando sea posible, la «vida» empantanada de una legendaria residencia real, convertida hoy en amargo símbolo de la gran crisis de fondo, nacional, europea, mundial.

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