«Es la última edición»: la falta de apoyo institucional amenaza al Festival de Flamenco de Nueva York
Miguel Poveda inauguró el vigésimo aniversario del certamen, suspendido dos años por la pandemia.
La noche del jueves era una ocasión agridulce para el flamenco en Nueva York. «Celebramos los veinte años del Festival de Flamenco en Nueva York», dijo el cantaor Miguel Poveda en un inglés macarrónico, que le costó más que el cante por martinete, en la actuación que inauguraba el certamen de este año y que electrizó al público de la Gran Manzana.
«Esta es la última edición», confesaba en contrapunto unas horas antes a este periódico el director del festival, Miguel Marín. «Hemos sobrevivido a una pandemia, al ataque de las Torres Gemelas… Pero la batalla y el nivel de lucha para conseguir apoyos nos ha superado».
Marín hablaba de la ausencia de «apoyo institucional consolidado», en especial de la Junta de Andalucía, que ha reducido en un 75% su contribución -solo 13.000 euros y que se dedican solo a cubrir parte de los costes de la gira de Manuel Liñán, uno de los artistas que participan en el festival- y que no está comprometida para el futuro.
«Ya tiro la toalla», decía Marín sobre su ambición de un festival con impacto, como había sido hasta la pandemia y que se había convertido en una cita establecida en la capital mundial de la cultura y en el mejor escaparate para el flamenco. En esas ocasiones, el flamenco se desparramaba en decenas de escenarios, con la presencia de los mejores artistas del momento -en especial, de baile-, con seminarios, talleres, exposiciones paralelas y con espectáculos con propuestas renovadoras que encajaban a la perfección en el espíritu de Nueva York (antes de ser un fenómeno mundial, Rosalía se presentó en la ciudad con el festival en un café-teatro de menos de 200 butacas).
«Seguiremos haciendo cosas el año que viene, habrá espectáculos de baile, pero no será un festival, no tendrá ese impacto en la ciudad», lamentaba su director.
Al menos, Marín estaba muy satisfecho de «rematar la faena» con la celebración del veinte aniversario, que tenía que haberse celebrado en marzo de 2020 y descarriló por el covid. La explosión de casos en Nueva York -convertida en epicentro global de la pandemia- y las restricciones masivas sorprendieron al festival con algunos de los artistas ya en tierras americanas. Entre los que iban a actuar en ese certamen -80 representaciones en 20 escenarios- estaba Poveda, que el jueves y el viernes se tomó la revancha en Skirball Center, el teatro de la Universidad de Nueva York, que celebraba su primer concierto desde la pandemia. Era también una ocasión para celebrar el 25º aniversario de la creación del King Juan Carlos I Center, un centro dedicado a la promoción del español y la cultura española en esta universidad, y que participó en el evento.
El cantaor catalán prometió «alegrar el alma» a los asistentes -mascarilla obligatoria- y dejar fuera por un rato «todo lo feo». Lo logró con una entrega generosa, con una compañía musical magnífica, liderada por Joan Albert Amargós, y en todos los formatos posibles: copla, baladas, los 'cuatro muleros' que Lorca cantaba «a los negros de Harlem», un recuerdo a su barrio de Badalona con aires de autos de choque y hasta una versión del 'New York, New York' en español y por bulerías. La segunda parte la dedicó al flamenco: de lo más profundo -martinete, seguiriya, soleá-, a los cantes festivos en los que se luce -alegrías, bulerías de Cádiz, tangos trianeros- e incursiones por malagueñas -con remates de fandangos abandolaos y verticales- o guajiras. Al final, la 'pataíta' por bulerías de despedida de rigor, con el público volcado. Ojalá se repita.
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