Ucrania: los versos de un país en guerra
Desde 2014, el conflicto con Rusia ha atravesado la poesía de muchos autores ucranianos, que han alumbrado libros marcados por el dolor, las armas y el abandono del hogar
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A principios de este mes, mientras Rusia bombardeaba su país, Halyna Kruk (Leópolis, 1974) , movida por una urgencia que solo puede entenderse desde dentro, escribió un largo poema que empezaba así: «Aquí estás con el cartel de 'no a la guerra', consintiendo / lo ... inevitable: esta guerra no puede contenerse, / como la luminosa sangre arterial que mana de una herida / y fluye hasta que mata». Lo tituló, claro, 'No a la guerra', y en él volcó su indignación contra el régimen de Putin y contra aquellos que no le plantan cara. «La guerra mata con las manos del indiferente / e incluso con las manos de simpatizantes ociosos», denunciaba al final.
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Kruk no es la única que ha visto cómo su literatura quedaba atravesada por la guerra. Lyuba Yakimchuk (Pervomaisk, 1985) publicó en 2015 un libro, 'Albaricoques del Donbás', nacido del dolor y la sangre con la que se regó esa región, que su familia tuvo que abandonar en 2014. Un ejemplo: «Tenemos amigos mutuos en Facebook, tú y yo / amigos que han muerto / nadie enterró sus perfiles». Otro: «Corre / deja todo lo que tienes y corre / deja tu casa, tu bodega con tarros de mermelada de albaricoque».
Algo similar hizo Serhiy Zhadan (Starobilsk, 1974) , uno de los autores más afamados de Ucrania, en 'Una nueva ortografía', donde recogió poemas escritos entre 2016 y 2020. Los primeros versos del libro resumen su sentido, el pulso con el que los alumbró: «Empecemos por susurrar los nombres, / trencemos juntos el vocabulario de la muerte».
«Para los ucranianos solo hay una guerra, y empezó en 2014. Lo que ocurrió este 24 de febrero solo fue otra etapa de la guerra, pero a gran escala», nos cuenta el poeta y periodista ucraniano Les Beley. Desde entonces, asegura, la guerra se ha convertido en uno de los grandes temas de las letras ucranianas. Prueba de ello son las dos antologías en inglés que, más allá de los títulos individuales, han abordado este asunto: 'Letters from Ukraine: Poetry Anthology' (2016) y 'Words for War: New Poems from Ukraine' (2017).
«Los temas del trauma de la guerra, el desplazamiento y las historias locales y familiares se hicieron prominentes en muchas obras de arte», constaba Marina Pesenti, directora del Instituto Ucraniano de Londres, en un informe publicado en 2020.
El fenómeno no es extraño en un país donde la literatura es uno de los ejes vertebradores de la identidad nacional. «Nuestra identidad se formó durante el romanticismo, por eso la literatura es tan importante para Ucrania. Los poetas siempre han tenido posturas sólidas acerca de esto, empezando por nuestro principal poeta-profeta, Tarás Shevchenko», explica Beley.
Shevchenko (1814-1864) , que sufrió la persecución del Imperio Ruso, es uno de los iconos nacionales de Ucrania. Los niños memorizan sus versos en el colegio, y es muy sencillo encontrar monumentos en su honor en prácticamente todas las ciudades de Ucrania. Tal vez su poema más conocido sea 'Testamento'. «Cuando muera enterradme / sobre una colina, / en un túmulo estepario / de mi hermosa Ucrania», canta al principio, en un deseo que se cumplió a su muerte, en 1861: sus restos reposan hoy en una alta colina sobre el río Dniéper, cerca de Kániv. «El nombre de Shevchenko, gran poeta popular, cantor de la libertad, defensor de los desdichados, humanista y luchador contra la tiranía, es sinónimo de hazaña artística y humana, así como encarnación del espíritu nacional», sostiene Vasil Shubravski en el prólogo de la antología 'De mi hermosa Ucrania' (Vitruvio), que acaba de salir a la venta.
El año 2014 es una fecha clave en esta historia de poesía y guerra: ese año se celebraba el bicentenario del nacimiento de Shevchenko y Rusia se anexionó Crimea, dando así inicio a una suerte de revolución cultural que todavía sigue vigente. «La Revolución del Maidán supuso un antes y un después en las tirantes relaciones de Ucrania con Rusia, que dejó de ser un estado amigo. De alguna manera, los ucranianos tomaron conciencia de que debían fortalecer los límites de su territorialidad, tanto geográfica como cultural y emocionalmente, así como afirmar su relación y vínculos con Europa», afirma Iury Lech, que es músico, poeta y traductor, entre otras cosas.
Este cambio de actitud civil lo ilustra, como pocos, Boris Khersonsky (Chernivtsí, 1950) , el poeta en lengua rusa más famoso de Ucrania, que decidió abandonar su idioma de escritura y abrazar el ucraniano. «Han venido los demonios y dicen "somos ángeles". / Han venido los secuaces y dicen "somos hermanos". / Dicen "venimos de la luz", / pero en verdad vienen de la oscuridad», escribió, tras la Revolución del Maidán.
Volodymyr Rafeenko (Donetsk, 1969) , otro premiado autor, hizo el mismo viaje. «Durante toda mi vida he hablado, escrito y leído en ruso: nunca he necesitado protección. Y cuando pensaba en esos bastardos armados que ocuparon mi ciudad para salvarme a mí de mi país y de la lengua en la que mi abuela me contaba cuentos, mi cabeza empezó a dar vueltas tan fuerte que no podía vivir», recordó en una columna en 'Deutsche Welle'.
«La cultura ucraniana es lo que ha sostenido la identidad nacional de Ucrania desde hace siglos, de otra forma hubiese desaparecido debido a los avatares históricos que la mantuvieron de una u otra forma anexada o sojuzgada por los imperios y estados circundantes», asevera Lech. Y concreta: «Shevchenko trató de que el campesinado ucraniano tomase conciencia de sus valores inherentes y se emancipara de una vez para siempre del sistema servil ruso, lo cual le valió el destierro en Siberia».
Hace unas semanas, al poco del inicio de la invasión rusa, se hizo viral el poema 'Vivíamos felices durante la guerra', de Ilya Kaminsky (Odesa, 1977) . «Y cuando bombardearon las casas de otros, nosotros / protestamos / pero no lo suficiente, nos opusimos pero no / lo suficiente», decía ahí. Lo había escrito en 2013, pero parecía (parece) más actual que nunca. Lo cruel, tal y como ha comentado el autor varias veces, es que escribió ese poema para denunciar la facilidad con la que se ignoran las guerras, también lo rápido que las olvidamos. Pero él, que ahora vive en Atlanta, no puede dejar de pensar en Ucrania.
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