El Pacífico hispánico
La tragedia del San Jerónimo
Así fue la más dramática y sangrienta de las navegaciones de la historia náutica española
Ni el más imaginativo guionista de Hollywood hubiera podido escribir una película de terror como lo que acaeció a bordo del San Jerónimo , una vez que a Nueva España llegaron las noticias de la consolidación de la soberanía española en Filipinas , asentada por Legazpi. Era preciso enviar bastimentos para el nuevo enclave y se aparejó este galeón, que partió de Acapulco con 170 hombres a bordo.
Desde las primeras jornadas de la travesía el galeón, como si quisiera anticiparse al drama que vendría luego, mostró señales de ser barco mal marinero, cabeceando y dando tales bandazos que los hombres, ni aun amarrados lograban dormir bien, lo que pudo influir en el desarrollo de los acontecimientos. Y por si fuera poco, al poco de salir un cometa muy colorido cruzó raudo el cielo, en lo que muchos creyeron ver un funesto presagio. El tiempo les daría la razón.
El desencadenante de todo el drama fue el embarque de un avieso sujeto, el mulato Lope Martín , quien acudía a Manila para ser procesado por el gobernador Legazpi . Se debía ello a que estaba acusado de ser cómplice de la presunta deserción de Alonso de Arellano , capitán del segundo barco fletado para que Andrés de Urdaneta hallara la ruta del tornaviaje. Arellano desertó y viajó por su cuenta, probablemente para adelantarse a Urdaneta y cobrar la gloria de ser el primero en conseguir el tornaviaje, lo que supuso que se le abriera causa judicial.
Cabe suponer que lo que menos apreciaba Lope Martín era arribar a Manila para ser enjuiciado, y que hiciera todo lo posible por abortar el viaje, lo que estaba en condiciones de hacer desde su posición de piloto. Resulta incomprensible que se diera tal puesto a tan encanallado personaje, algo extraño en una época en la que España elegía con tanta cordura a sus mandos. Tampoco fue favorable la elección del capitán. Pero Sánchez Pericón , hombre introvertido, poco apreciado por la tripulación, que llevaba a su propio hijo como alférez mayor, ni la del sargento Ortiz de Mosquera , veterano de las guerras de Italia, con mucho ascendiente sobre la tripulación.
Las disensiones comenzaron bien pronto. El piloto Lope Martín y el capitán Sánchez Pericón se enfrentaron a cuenta del consumo de agua dulce que hacía el caballo del capitán. Y una mañana el caballo apareció muerto de una puñalada en el corazón. No se descubrió al culpable, pero todos supieron que detrás se hallaba el piloto. La tragedia no había hecho otra cosa que empezar.
Desde el primer momento, el taimado Lope Martín sembró la cizaña, deslizando en los oídos de Ortiz Mosquera y otros lo injusto de que tuviera mando de alférez alguien tan joven e inexperto como el hijo del capitán. Y una noche, ellos dos, más otros cuatro tripulantes que incluyen al escribano Zalcívar , penetran en el aposento del capitán y le apuñalan, y después a su hijo, asumiendo el mando Ortiz Mosquera.
Sentencia
Días después se celebra un almuerzo a bordo y el exceso de vino hace que discutan el mulato Lope Martín y Ortiz Mosquera, acusándose mutuamente de la muerte del capitán. Entre bromas y veras se produce una parodia de juicio, pero la sentencia no fue bufonada, sino bien cierta, ya que Ortiz Mosquera fue ahorcado y, todavía vivo y con los grillos puestos, su cuerpo arrojado al mar, ante el estupor de las gentes de bien de la tripulación.
Cabe imaginar el estado de conmoción en el barco, con un Lope Martín dueño de la situación, envalentonado y dispuesto a no llegar a Manila, donde nada bueno le esperaba. Aprovechando una aguada en una isla, adujo que era necesario hacer invernada en ella por acercarse el invierno, por lo que baja a tierra con algunos secuaces, momento en que el contramaestre Rodrigo de Langle y otros fieles a la legalidad ven propicia la ocasión para desprenderse de tan infame sujeto. De modo que matan a otro mulato incondicional de Lope Martín y al grumete que guarda las armas bajo llave por orden de aquel.
Mientras, el mulato Lope había amarrado en la isla a los que no le eran fieles para que no escaparan, pero consiguen zafarse y llegar a nado al barco, que los espera antes de levar anclas y dejar a Lope Martín y sus hombres abandonados en la isla, entre ellos los asesinos directos del capitán Sánchez Pericón.
Aún hubo tiempo en lo que quedaba de travesía hasta Filipinas para nuevas tribulaciones, ya que se ahorcó a dos hombres por traición. Y cuando finalmente el barco de los horrores arribó a Manila, López de Legazpi abrió de inmediato causa, dándose garrote vil al escribano Zalcívar, y premiándose al contramaestre Langle y a otros defensores de la Ley. Tal fue el saldo de la más dramática y sangrienta de las navegaciones de la historia náutica española.