Subastado el astrolabio andalusí más antiguo que se conserva

La venta del instrumento de Ibn al-Saffar evoca el legado científico del califato y la pulsión de los hombres por entender los cielos

Un empleado de Sotheby's sostiene el astrolabio antes de la subasta ABC
Jesús García Calero

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Mil años apuntando al cielo, tratando de situar los astros con exactitud lleva este astrolabio, casi una máquina del tiempo . Subastado ayer en Sotheby’s Londres por 608.750 libras esterlinas (unos 716.988 euros) permiter mirar hacia las estrellas y hacerse casi idénticas preguntas que las que sin duda se plantearía su constructor, el célebre Muhammad ibn al-Saffar, uno de los más afamados astrónomos y artífices de instrumentos de la historia . Los astrolabios de este genio cordobés eran los más fiables en aquel tiempo y por eso gozaban de gran prestigio.

Tanto que tres de ellos han llegado hasta nosotros. Pero solo uno está completo: el que se conserva en la Biblioteca Estatal de Berlín. Los otros dos tienen alguna pieza posterior. Está el conservado en el Royal Scottish Museum que perdió la red, o araña, que es el círculo superficial y calado que permite ver las gradaciones de la lámina. El trabajo de ibn al-Saffar era tan delicado que la red era la primera pieza que se perdía o quebraba.

Astrolabio de la Biblioteca Estatal de Berlín, del mismo astrónomo y que se conserva completo

Lo mismo le pasó seguramente al astrolabio de la subasta, que es el que se vendió ayer en Londres y está datado en 1020 o 1021 (una inscripción dice que es obra de Ibn al-Saffar y que está hecho el 411 de la Hégira) . Es por tanto el más antiguo astrolabio andalusí conservado hasta ahora. La única pieza posterior está añadida de manera que funcione a la perfección y es la red, realizada en Oriente Próximo, tal vez en Turquía, hacia el siglo XVII.

Astrolabio subastado ayer en Londres

Este astrolabio llevaba marcadas capitales importantes con su orientación: por su puesto la Meca , Córdoba, Toledo, Cairo, Medina, Málaga, Damasco... Y por detrás, como todos, un «cuadrante de sombras», de nombre muy poético , pero que en realidad sirve para triangular las alturas de las torres.

Aquellos años son de gran progreso científico y de convulsión política en la España islámica. Mientras los astros giran impasibles el poder califal de los Omeya se desmorona. En 1031 la Fitna termina con el Califato tras golpes de Estado y guerras entre reyezuelos. Como si imitasen al universo violento en el que las estrellas estallan y colisionan. Emergen entonces, como constelaciones, las taifas . Pero los científicos siguen avanzando. En 1029 nace Azarquiel o Al-Zarqal, el astrónomo que realizará las Tablas Toledanas , un sistema más exacto de medición astronómica que se hizo popular también en la Europa cristiana. Los astros no entienden de fronteras ni de guerras de fe. La ciencia avanza.

Desde entonces, hace ya mil años, han cambiado los nombres de casi todas las estrellas (aunque no todas, porque Mizar, en la Osa Mayor , es una de las que sigue conociéndose por su nombre árabe), y también la forma de nombrar las constelaciones. Lo que no cambió fue la ambición de entender el mecanismo de relojería del universo y utilizar ese conocimiento . Tan solo cuatro siglos más tarde, la Reina Isabel recibe en Granada, recién conquistada a Boabdil, a Cristóbal Colón que, junto a aquellos navegantes que tanto debían a la astronomía de Al-Andalus, empezó a romper los límites del mundo con el Descubrimiento de América en 1492. Y en 1519 partió de Sevilla, que también había sido capital de una taifa, la expedición de Magallanes y Elcano que logró la primera circunnavegación completa del mundo (ya en el reinado de Carlos I), demostrando que la tierra es redonda . En cada uno de los viejos instrumentos astronómicos con los que los hombres, miraban al cielo, se encierra un eslabón de esta cadena .

No importaba a qué lugar del mundo fueran aquellos arriesgados navegantes. Gracias al avance de aquellos instrumentos, en cualquier latitud, sabían donde estaban y cómo volver.

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