Stanley Kubrick y el poético vuelo del hijo más listo de Ícaro

Una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid recorre la obra de uno de los cineastas clave del siglo XX

En la sala sobre 'La Naranja Mecánica' Belén Díaz
Javier Villuendas

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¿Cómo definir a Stanley Kubrick ? Sus amigos destacaban sus ojos. Su mirada abierta. Al cineasta le encantaba la vida familiar y los animales. Y su voz nunca subía de tono. También hay dos mitos que él utilizó para esencializarse. Primero el de Ícaro , sobre el que reflexionó en su discurso al recibir el premio D. W. Griffith , en 1997. Ahí apuntó que el meollo no era que el imprudente Ícaro volara muy alto y se le quemaran las alas por el sol, sino que se olvidase de construir unas más resistentes. Y eso hizo el del Bronx, superar obstáculos, no dejar nada al azar. El otro mito es el de Orfeo , que conoció por la película de Jean Cocteau , y en donde el protagonista pregunta: «¿Cómo puedo crear el próximo poema?». Y un anciano le dice: «Sorpréndeme». Tenía, pues, alma de innovador.

La exposición ' Stanley Kubrick. The Exhibition ', que acaba de inaugurarse en Madrid en el Círculo de Bellas Artes hasta mayo de 2022, tras su exitoso paso por veinte ciudades internacionales desde 2004, se divide en dos salas con más de 600 piezas del universo del artista. En la primera se relatan sus inicios como fotógrafo en la revista ‘Look’, en donde hizo reportajes de boxeadores, músicos de jazz, viajantes de comercio de lenceria, Sinatra , la CBS , el dibujante Peter Arno … Fue su padre, Jacob , quien le regaló una cámara Graflex a sus 13 años. Y aún en el instituto compuso una foto por la que esta revista le contrató. Era la imagen de un vendedor pesaroso, con un titular encima sobre la muerte del presidente Roosevelt . En esta sala también se analizan sus primeras películas hasta el gran éxito y cambio vital con ‘2001: una odisea en el espacio’ (1968). O sea, desde ‘ Miedo y deseo ’ pasando por ‘ Atraco perfecto ’, ‘Senderos de gloria ’ y ‘ Espartaco ’ hasta ‘ Teléfono rojo: volamos hacia Moscú ’. Casi nada. Pero falta lo aún más grande.

'2001: una odisea en el espacio' Belén Díaz

El deseo, la vida extraterrestre, la libertad, la guerra o el siglo XVIII fueron algunos de sus grandes temas. Así, en la parte potente de la expo, nos podemos hacer una foto con una réplica del Hal 9000 de ‘2001…’, con los disfraces de mono y de astronauta, y también volver a ver la mítica elipsis, la del simio lanzando el hueso a la nave espacial como representación del progreso humano (la cual, vista nuestra clase dirigente, conviene no dejar de ver menos de cinco veces al año y se recomiendan 100). Tras este su encumbrado poema visual sobre el lugar filosófico del hombre en el universo, la muestra sigue por la antibelicista ‘ La chaqueta metálica ’ (1987), ergo no sigue el orden cronológico, y pasa después por ‘ Barry Lyndon ’ para continúar por un pasillo del mismísimo hotel ‘ Overlook ’, de ‘ El Resplandor ’, y acabar en la sala de orgias de ‘Eyes Wide Shut ’, con un chirriante diálogo plasmado en una pared como final de expo ( Alice : «Lo importante es que estamos despiertos y esperamos que sea por mucho tiempo». Bill : «Para siempre». Alice: «No usemos esa palabra. Me asusta. Pero yo te quiero y, ¿sabes?, hay algo muy importante que tenemos que hacer lo antes posible. Follar»).

Vínculos con España

La comisaria Isabel Sánchez dio otro dato: a Kubrick no le gustaba nada viajar. Sus películas ambientadas en Vietnam, por ejemplo, se rodaban en Londres, donde vivía. Sin embargo, tuvimos el raro privilegio de tenerle por España en los 50 para rodar escenas adicionales de ‘Espartaco’. En aquella época, nuestro país era el plató de Hollywood, recuerden. Y se alojó en el Hotel Castellana Hilton , rodó en Colmenar Viejo, en Rascafría, Aldea del Fresno…

Otro vínculo con lo español fue con el escritor Vicente Molina Foix , quien le tradujo los diálogos de cinco de sus películas. Este comenta en un vídeo de la muestra otra perla definitoria de su amor-obsesión por el detalle: «Me llamaba porque buscaba que la gente no hiciera algo que odiaba: un trabajo rutinario». Exigía lo artesanal. Y sin contradecirse, el que fuera admirador de Max Ophüls , en un documental realizado por Manuel Huerga para el CCCB , sentencia: «La obsesión por la originalidad es una de las razones del fracaso del arte en el siglo XX».

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