La sorprendente historia del primer egiptólogo español
Nacho Ares escribe sobre Eduardo Toda, un diplomático catalán que participó en el descubrimiento de la tumba de Senedjem
Cuando cayó en mis manos el número de « KMT » correspondiente al otoño de 2018, quedé gratamente sorprendido. La revista «KMT» es una publicación americana que cuenta con un gran prestigio en la divulgación egiptológica . En ella participan reconocidos expertos por lo que, aun siendo de divulgación, es muy citada en los trabajos científicos.
Mi sorpresa venía por la fotografía de la penúltima página . La foto del pasatiempo «¿Qué es esto?» No era una obra de arte. Era una vieja imagen en blanco y negro de un individuo vestido de momia entre sarcófagos y estelas en el antiguo Museo de Bulaq , el primigenio Museo de El Cairo de finales del siglo XIX.
Con este pasatiempo , el editor siempre propone un juego al lector. Suele publicar el detalle de un relieve, una pintura, una pared de un templo… y tú debes adivinar dónde ha sido tomada la foto . Como en los pasatiempos más clásicos, la respuesta está en las primeras páginas en un recuadro en donde el texto está invertido para que nadie lo pueda leer de un vistazo rápido.
Irreverente
No creo que fueran muchos los que en esta ocasión supieran a la primera qué era aquello, o mejor dicho, quién era aquel loco disfrazado de manera casi irreverente como si fuera un antiguo faraón momificado. Pues bien, ese personaje no era otro que un egiptólogo español, Eduardo Toda y Güell (1855-1941), correspondiente de la Real Academia de la Historia y diplomático nacido en Reus.
El interés de Toda por las culturas antiguas ya lo había mostrado en uno de sus primeros destinos, China, en donde trabajó como vicecónsul entre los años 1876 y 1882. Después de este viaje, permaneció un tiempo en su Reus natal hasta que fue destinado a Egipto en abril de 1884. Desde este año hasta 1886, Toda estuvo en el país de los faraones en calidad de cónsul general. Su talante amable y cordial y el interés innato por las arqueología le hizo entablar una gran amistad con el francés Gaston Maspero , director del Museo Egipcio y del Servicio de Antigüedades , una institución de reciente creación, nacida para salvaguardar los monumentos faraónicos, construir museos y, sobre todo, cortar de forma drástica la sangría de antigüedades que estaba sufriendo el país en las últimas décadas.
De la mano de Maspero y otros grandes egiptólogos de la época, como el americano Charles Wilbour o el alemán Émile Brugsch , Toda recorrió el país conociendo y estudiando de primera mano la cultura faraónica.
«Desenrollando momias»
En mi último libro, « Desenrollando momias » (Espasa, 2018), en donde propongo la biografía de varios egiptólogos y orientalistas de esta edad de oro de la arqueología, Eduardo Toda aparece de la mano de Maspero, como no podía ser de otra forma. Fue precisamente en uno de esos viajes en 1886, mientras estaban en Luxor, cuando se tuvo noticia de una tumba extraordinaria en la aldea de Deir El-Medina , el valle con las tumbas de los artesanos que habían construido la necrópolis de los reyes hace casi 3.500 años. Toda lo cuenta de manera muy vívida cuando dice: «A las cinco de la tarde del día 1.º de Febrero, en el momento de volver de una excursión a las vecinas ruinas de Karnac , se nos presentó un beduino de aspecto miserable, enrojecido por el sol y mal cubierto el cuerpo por la rota camisa de sucio percal blanco. Venía a participarnos el descubrimiento que pocas horas antes había hecho, en la necrópolis tebana , de un sepulcro intacto y cerrado aún por la misma puerta de madera que en el dintel de la cámara pusieron los antiguos egipcios, al dejar en su recinto el último cadáver».
No era una cuestión baladí. Las tumbas intactas en Egipto son absolutamente extrañas, por lo que los egiptólogos se dispusieron a cruzar el río para ir a la orilla oeste, la orilla de los muertos , el lugar por donde se ponía el sol y comenzaba el viaje del inframundo.
Al llegar al lugar, los arqueólogos se quedaron sobrecogidos por la belleza de las pinturas de la tumba y la calidad de los ataúdes y el resto del ajuar que había en su interior. Era la tumba de Senedjem , un artesano que trabajó para Seti I y su hijo Ramsés II , el Grande, hacia el 1300 a.C.
Inventariado
Maspero confió el trabajo del inventariado de los objetos y del estudio de los textos de la tumba a Eduardo Toda. Como diría Howard Carter al entrar en la tumba de Tutankhamón, allí había «cosas maravillosas». Montones de ataúdes con sus momias, muebles, figuras funerarias shabti y, sobre todo la calidad extraordinaria de las pinturas, convertían a esta tumba en un hallazgo único. Y allí estaba Eduardo Toda dispuesto a hacer su trabajo para contar a las generaciones futuras la historia del hallazgo.
El diplomático catalán se tomó su tiempo para hacerlo, llevando después los objetos al Museo de El Cairo , en donde se pueden ver en la actualidad en la primera planta, sala 17, muy cerca del tesoro de Tutankhamón . Otras piezas fueron entregadas por Maspero al propio Toda en compensación por su trabajo científico y hoy se pueden ver en el Museo Arqueológico Nacional en Madrid y en el Museu Balaguer en Vilanova i la Geltru (Barcelona).
La tumba de Senedjem está íntimamente ligada a la figura de Eduardo Toda. La importancia del sepulcro es tal que en la lista de tumbas de la necrópolis que se hizo después lleva el número 1, conociéndose hoy como Theban Tomb 1 (TT1).
Toda publicaría al año siguiente el libro « Son Notém en Tebas » (Madrid, 1887), usando la transcripción que en aquella época se usaba del nombre del dueño de la tumba.
Retirada
En aquella época, la vida del diplomático era, reconozcámoslo, más bien ociosa, lo que nos benefició a todos al hacer que la ciencia ganara una cabeza tan brillante como la de Toda. Su retirada de la profesión fue en edad muy temprana, aunque hay muchas lagunas al respecto. La Historia tiene estos contrastes. Conocemos los nombres de senadores romanos en provincias del Imperio de hace casi 2.000 años, pero desconocemos qué es lo que hizo un compatriota nuestro con un cargo relevante en el cuerpo diplomático hace poco más de un siglo.
Toda se apartó de la carrera diplomática para dedicarse a sus negocios mercantiles en los primeros años del siglo XX. No obstante nunca dejó de lado su interés por el arte, la historia y las humanidades. Desde entonces publicó varios libros de cultura egipcia y de sinología, la cultura china , su otra gran pasión aprendida en su estancia como vicecónsul en Extremo Oriente. Entre estas dedicaciones cabe destacar el patronato del Real Monasterio de Santa María de Poblet (Tarragona), en donde fue enterrado en 1941.