¿Fue Sócrates el primero en sufrir una peineta?
El dramaturgo Aristófanes escenificó su odio hacia el poeta y filósofo en «Las nubes», donde un labriego le levanta el dedo corazón
Cuenta la leyenda que fue Sócrates quien sufrió la primera peineta del mundo –al menos la primera documentada– por gracia del escritor Aristófanes. Y es que en el 423 a.C., el dramaturgo Aristófanes escenificó su odio visceral hacia el poeta y filósofo en un pasaje de su obra «Las nubes» a través de un labriego analfabeto que le levanta el dedo. Allí, este personaje rústico se sorprende al conocer los « versos dáctilos » –en la poesía clásica, el dáctilo es un pie o una cláusula rítmica constituido por una sílaba larga y dos breves– que el poeta explica. El labriego cree que al hablar de «dáctilo» Sócrates se refería a dedo, así que levanta el dedo corazón y pregunta: «¿éste tal vez?». El gesto del puño cerrado y el dedo corazón extendido se convirtió así en un sinónimo de zafiedad desde entonces .
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Roma heredó el gesto y le puso nombre: «dígitus impúdicus» (dedo impúdico). Lo usaban principalemente para conjurar la amenaza supersticiosa del mal de ojo . Su máximo valedor: Calígula . Dicen que acostumbraba a levantar el dedo corazón a súbditos para humillarles.
Origen fálico
Para la Antiguedad, el dedo corazón representaba al pene y los dedos restantes a los testículos. Cabe recordar que en aquella época era normal que los amuletos para la buena ventura tuvieran forma de falo. Quizás este gesto sea una herencia genética de nuestros ancestros –los m onos ardilla de Sudamérica gesticulan con el pene erecto–.
Muchos atribuyen erróneamente el origen del gesto a la Guerra de los Cien Años , entre Inglaterra y Francia (1337 y 1453). Más mito que verdad histórica, en la batalla de Agincourt los franceses encomedaron a sus soldados el encargo de cortar el dedo a los arqueros ingleses que capturasen . Pero cuando la balanza se decantó por el ejército inglés, eran estos últimos los que le sacaban a modo de burla el dedo a los guerreros francos.
El gesto, que parece no tener fronteras culturales, ahora es de dominio público y su uso es común en multitud de escenarios, desde las protestas a los campos de fútbol, sin olvidar los conciertos de rock.