Salvador Sostres
El camino de regreso
Recuerdo de una vieja amistad con Juan Echanove y glosa de la polémica sobre la política y la cultura
Con Juan Echanove fuimos muy amigos hace 20 años. No es que pasara nada pero con el tiempo nos distanciamos. Supongo que tuvo que ver con que cambié de forma de pensar, y que con más dolor del que me gusta confesar, no tuve otra que renunciar a la encantadora comodidad de mi «izquierda caviar» , para que mi escritura tuviera que ver con mi vida, y equivocado o no, en la medida en que me reconocía en mis artículos pudieran también los lectores reconocerse en ellos. Fue un corte limpio: elegí escribir como vivía y que éste fuera mi sentido.
Echanove ha llenado siempre los teatros, se ha preocupado de que fueran rentables sus proyectos, ha sido exigente consigo mismo y con los actores con los que ha trabajado, ha defendido con afán y vigor –como así tiene que ser– su precio en el mercado, y gracias al capitalismo ha podido vivir muy bien de su esfuerzo y su talento. No entiendo que sostenga una ideología tan contraria a su vida, y que tanto la contradice. Algunas veces lo hablamos y no sólo no pude nunca convencerle sino que a la segunda botella de champán yo también me sentía un revolucionario. Y luego ese «señorita, hace media hora que estamos esperando tres gintónics», que abría los porticones del amanecer. Recuerdo que una noche le conté las primeras distancias que empezaba a sufrir con nuestro común amigo Joan Barril –en paz descanse– por mi giro hacia el orden, y me respondió dándole la razón a Joan: «somos seres pensantes». Y no profundicé en la conversación para que la noche no se volviera aún más extraña.
Yo siempre he pensado que somos seres vitales: la mayoría de mis amigos piensan distinto y nunca me ha parecido un problema. Somos seres vitales y mis afectos tienen que ver con una idea del afecto compatible con ideologías diversas, y opuestas. Tengo amigos comunistas, independentistas y hasta vegetarianos. Desde Podemos hasta Vox, cabe en mi corazón todo el arco parlamentari o. Lo único que le exijo a mi ideología, respecto de mi vida, es poder explicar lo que afirmo con lo que vivo. Siempre hay matices, contradicciones, «el cielo tiene playas donde evitar la vida y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora», pero si la creación empresarial, la sana competencia y la economía de mercado han hecho de tu vida este hermoso jardín, tienes que reconocerlo, aunque sea al precio de defraudar a tus seguidores menos inteligentes. Tienes el deber de explicarles la verdad –como les explicaste Cómo canta una ciudad de noviembre a noviembre – para que puedan crecer en ella y no esperen soluciones mágicas que tú sabes mejor que nadie que no van a llegar. La última medida de honor de un artista es que su vida sea un espejo y no una excusa. Hay que limitar nuestras lecciones a nuestra trayectoria, y nuestra queja a nuestro saldo. Si en lugar de explicar nuestras heridas las convertimos en una arma arrojadiza para gustar a todos, nos convertimos en una pancarta, en un panfleto y en una mentira.
Si me hubiera mantenido aquella izquierda acolchada , y tan divina, probablemente los afectos y los odios a mi alrededor no se distribuirían con tanta intensidad, y tendría más ingresos, y viviría más tranquilo, pero no estoy seguro de que cada mañana pudiera retomar el hilo ni de que escribir continuara teniendo para mí algún sentido. De los años que con Juan fuimos amigos recuerdo que celebrábamos la amistad como siempre desde entonces la he celebrado, y la he escrito, y es curioso, porque no han parado de llamarme fascista. Hace cuatro o cinco años, el director del Archipel Scène National de Perpiñán, Borja Sitjà , me contó que Echanove le había contado que hace años fuimos amigos pero que ahora se avergonzaba si alguien se lo recordaba. No sé si es cierto. Y la verdad es que, por el bien de mis buenos recuerdos, y por lo que me temo, prefiero no saberlo. Yo nunca me he avergonzado de mis afectos y cada vez que alguien ha criticado y ya no digamos insultado a alguno de mis amigos, he presumido de su amistad como de una banda de honor .
Añoro a Juan, y a otros amigos cantautores, y el tiempo que pude vivir tan cerca de ellos. Intimar con mis ídolos, y aún lo continúan siendo, me dejó para siempre polvo de hada en los dedos, aunque parte del trágico atraso español lo explique que el reparo de reconocerse en la derecha lo tuviera precisamente yo, cuando a ellos el liberalismo les ha ido mucho mejor. Es ese frentismo ventajista, prebélico, mucho más basado en la hipocresía que en la memoria. Y les ha salido redondo el negocio de predicar lo contrario de lo que han vivido, de animar a su público a correr en la dirección opuesta a la que siempre circularon; y las desigualdades que tanto denuncian son la fuente de sus ingresos. Yo he sido mucho más torpe: me llaman facha y a su lado soy un pobre.
Mentiría si dijera que he dejado de admirarles, de asistir a sus actuaciones o de escuchar sus canciones. A veces me pregunto cómo sería volverles a ver y me lleva el recuerdo de mi vida junto a ellos. Era muy joven, me lo creía todo, y en algunas de aquellas noches creí tocar el cielo. Para qué tuve que dedicarme a explicar el camino de regreso.