¡Rossinianos del mundo, uníos!

Una escena de 'La Cenerentola' Javier del Real

Alberto González Lapuente

El Teatro Real ha estrenado su temporada número cien, a la que no duda en calificar como la mejor de toda su historia. Además de autosuficiente, la afirmación es peligrosa pues desdeña los caprichos de la divinidad. El Real debería ser cauteloso y tomar como ejemplo sus propias enseñanzas tal y como se observan en 'La Cenerentola', una mágica irrealidad en la que trampantojos, objetos deformados y transformaciones inauditas niegan cualquier predicción. Aunque las cosas mágicas contradicen el deseo de Rossini de que en su ópera no se utilizasen elementos sobrenaturales, Stefan Herheim asume el riesgo en esta producción estrenada en Oslo en 2017, aquí reconstruida por Steven Whiting . Se nota su mano en el brillo mate de algunos gestos aunque el total conserve el atractivo de escenas portentosas y, sobre todo, ese encanto de teatro dieciochesco que se condensa en la escena del «temporale» con las máquinas en acción.

El proyecto de Herheim es fiel a su teatro adornado, a su muy particular forma de liar el enredo proporcionando lecturas a muy distintos niveles. Joan Matabosch , director artístico del Real lo analiza muy bien en su texto del programa de mano. La inmediatez, lo que ayer se aplaudió, es el carro de la limpieza luego convertido en carroza, la ensoñación de la limpiadora Angelina que cree haberse convertido en princesa, la fantasía de Don Magnifico rodeado de sombras chinescas y la presencia abusiva de Rossini al que, con un punto de irreverencia, se le eleva a las alturas, se le reviste de dios omnipotente, y se le convierte en hacedor de cuanto allí sucede. El compositor sí habría disfrutado con este detalle, como le habría agradado la propuesta musical de Riccardo Frizza .

De su mano se escucha un Rossini cuidado, elegante, preciso, cómodo para los cantantes y amable al oído. Se evidenció en la formidable ejecución del sexteto del segundo acto. La temperatura ya había subido con el aria de Ramiro, «Sì, ritrovarla io giuro», confirmando la buena forma de Dmitry Korchav , su fortaleza y decisión. La regularidad definió al Alidoro de Roberto Tagliavini , quien dio pie a los primeros aplausos tras el aria del primer acto. Florian Sempey fue un eficaz Dandini de voz algo trasera, y Renato Girolami un quejumbroso Don Magnifico. La protagonista, Karine Deshayes , tuvo una actuación muy cauta en el primer acto, casi inaudible al comenzar. Despertó tras el descanso para acabar ofreciendo un muy elocuente 'Nacqui all’affano', notable por la pureza en la emisión, la exactitud en la coloratura, el esmero de la expresión. Rocío Pérez y Carol García desempeñaron con seguridad su papel de hermanastras malísimas.

El Real prosigue ahora por la senda del «esfuerzo, la entrega y el mimo» que tantos beneficios le ha proporcionado en tiempos convulsos, según señala un escrito entregado ayer por el comité de empresa en apoyo a los trabajadores que protestaban en la calle por los despidos y los «pactos vulnerados». La ceremonia de inauguración se celebró bajo la presidencia de la Reina Doña Sofía .

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