A tomar por Kapuscinski
David Gistau nunca escribió del confinamiento (el suyo fue otro). No tuvo oportunidad de tirar de « Él ángel exterminador » entonces. Ni ahora de « Lo que queda del día ». En esta entrega de premios a la que él no hubiera asistido (no le gustaban esas cosas, más de una vez dejó su nombre en el tarjetón de una mesa y huyó a casa de unos amigos que viven encima de Richelieu), en esta entrega, digo, habría podido recordar a Anthony Hopkins midiendo el servicio de mesa. Aquí se mide la distancia entre las sillas. 150 centímetros entre cada una con su mesita para 90 asistentes. Como un cabaret. A Hopkins no le obligaba la ley, a nosotros, sí. Todo es raro. También la ausencia de David. En los periódicos y en las vidas de tantos. «Le queríamos muchísimo, le admirábamos», dijo Susanna Griso , antes de dar paso a un emocionado Luis Enríquez . Recordó que «David vio cosas que nosotros creímos porque nos las contó». Antonio Fernández Galiano resaltó que David, pese a su talento, no era arrogante. Que demostró que se puede ser una primera figura manteniendo la humanidad. Vete a tomar por saco, Kapuscinski. Eres un pelmazo. Cuartango contó que la última vez que vio a David fue en la habitación del Clínico y que Jabois le estaba leyendo un libro.
Por tirar de más lugares comunes (perdón, David), la crónica de estos días, de estos meses, se nos ha quedado coja. Igual que Billy Wilder tenía aquel cartel en su despacho de «¿Qué habría hecho Lubitsch?», yo me pregunto muchas veces qué habría escrito David. Qué lujo, como dijo también Cuartango, era leerle. Yo hasta fui vecina suya, como Lola Gaos de Ruano. Hasta que empezó a tener hijos guapísimos y tuvo que irse a vivir a un sitio de gente mayor, responsable. Romina , su mujer, resaltó la generosidad de David para dar las gracias a todos los asistentes. Y también hizo hincapié en que David no se consideraba un periodista de referencia. No pudo evitar llorar. El resto teníamos la suerte de no tener que hablar en público. Yo habría acabado llorando como cuando la yegua «Espléndida» vuelve a la finca de Alvarito Domecq en «Yo he visto la muerte». Es David el que la ha visto. Y eso casi no lo creemos, aunque nos lo contara él.
Romina entregó el premio a Alberto Olmos por su artículo «Cosas que los pobres deberían saber: instrucciones para cuando lo pierdas todo», publicado en «El Confidencial». Un artículo que recuerda a Jonathan Swift y a Fran Lebowitz . Hablando de los pobres con humor. Sin soberbia. Como quizá Gistau lo hubiera hecho.
En la entrega del primer premio David Gistau a Alberto Olmos, homenaje también a David Gistau, estaba su familia, amigos como Jero García o antiguos jefes como Pepe Navarro . David fue guionista de «Esta noche cruzamos el Mississippi» y de «La sonrisa del pelícano» (alguna vez contó que los que trabajaban allí hablaban en chiquistaní). «Cuando digo que fui guionista soy consciente de que no fui Aaron Sorkin », decía. Que más quisiera Sorkin haber escrito como Gistau en los periódicos.