Rodrigo Blanco

Entendiendo a Elon Musk

«Debo decir que sus bufonadas y salidas de tono me resultan simpáticas. Son el tipo de tonterías que yo mismo suelo decir en Twitter»

Rodrigo Blanco Calderón

Rodrigo Blanco Calderón

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Hasta hace poco, de Elon Musk solo sabía un par de cosas: que era el hombre con más dinero en el mundo y que le gustaba comportarse en Twitter como un troll . Las reacciones al zarpazo que le va a permitir hacerse con esta red social fueron tan opuestas y enconadas que, al principio, no entendía nada. Musk afirma que su objetivo, además del potencial económico que puede adquirir la empresa en sus manos, es garantizar la libertad de expresión . Sus críticos, en cambio, ven allí una gran amenaza contra la libertad de expresión.

Este un debate maniqueo . Sobre todo si consideramos que Twitter tiene apenas, según algunas fuentes, unos 440 millones de usuarios y no figura ni siquiera entre las diez redes sociales más populares. Una cifra discreta en comparación con Facebook y sus casi 3.000 millones de usuarios y ridícula si la comparamos con la población mundial: unos 7.870 millones de personas (los usuarios de Twitter representarían, sin descontar el porcentaje de bots que pululan en esta red, apenas el 5,5 % del total de los seres humanos). Este dato debería ser tomado en cuenta para atenuar las ínfulas de Musk y los temores de sus críticos, pues cuando hablamos de libertad de expresión olvidamos que se trata de un bien tan escaso a escala global como lo es en muchas zonas del planeta el agua potable , la electricidad y la comida.

Para tratar de entender al personaje y las pasiones que despierta leí varios reportajes sobre su vida y sobre Tesla, su exitosa empresa automotriz de carros eléctricos. También vi el impresionante documental 'Regreso al espacio', donde se cuenta la historia de su proyecto más ambicioso: SpaceX . Musk quiere, básicamente, convertirnos en una civilización interplanetaria que vuelva a la Luna y pueda establecerse en Marte . Una idea descabellada que, sin embargo, se muestra realizable en manos de Musk y sus cohetes reutilizables. El documental muestra el largo proceso de ensayos, errores y éxitos que le ha granjeado a SpaceX el aval de la NASA para asociarse con ellos y relanzar la carrera espacial. Después de verlo, me quedé aún más perplejo ante el rechazo que este genio de las finanzas y la tecnología sigue cosechando. Puede que haya mucha desinformación, aunque pienso que la razón es más visceral: Elon Musk suele comportarse como un bufón y, simplemente por eso, cae mal. Muy mal. En efecto, hay una mezcla un poco monstruosa de hombretón y niño en Musk. Que se le suela ver acompañado de su madre, la elegante y hermosa Maye Musk , refuerza esta imagen de bebé gigante, capaz de prodigios como poner al hombre en Marte o, como temen algunos, de volar en pedazos nuestro planeta.

'Una esperanza de vida'

En mi caso, debo decir que sus bufonadas y salidas de tono me resultan simpáticas . Son el tipo de tonterías que yo mismo suelo decir en Twitter. Esta identificación tiene su costado problemático pues constantemente me cuestiono por ser tan infantil todavía a mis cuarenta. Una constatación desagradable, pues veo en muchos jóvenes de 25 o 30 años comportamientos que yo tenía a los 13 o 15, cuando me encontraba en la cima de mi idiotez. Todo lo cual me devuelve a una impresión que no deja de darme vueltas en la cabeza desde hace un tiempo: que somos más inmaduros, más estúpidos , que la generación de nuestros padres.

Esto es así, pero ¿por qué? La respuesta es muy sencilla y la encontré, al fin, en un artículo de Umberto Eco incluido en un libro cuyo título viene muy a propósito de lo que estoy comentando: De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera.

El artículo en cuestión, 'Una esperanza de vida' es de 2003 y allí Eco reflexiona sobre la manera en que el ser humano ha logrado prolongar el tiempo de vida : «Hace ya más de treinta años que pisamos la Luna y todavía no hemos logrado caminar sobre Marte , pero en la época del alunizaje una persona de setenta años ya había llegado al final de su vida, mientras que ahora (dejando aparte infarto y cáncer) existe una esperanza razonable de llegar a los noventa».

Eco afirma que «la ciencia de la vida» ha logrado más avances que los de la informática y la tecnología en general, pues estos eran con frecuencia prolongaciones de innovaciones arcaicas como el manejo del fuego, la invención de la rueda o llevar cuentas con piedras. Los viajes interplanetarios , parece decir Eco, serían un salto tecnológico verdaderamente innovador pero imposible. Al menos para principios del siglo XXI lucía como una utopía obsoleta .

Utopía razonable

Lo conseguido por Elon Musk reaviva las esperanzas infantiles de la especie humana de expandir los límites impuestos por la naturaleza. Es una utopía razonable y autosustentable que viene a sacudir la modorra de una época conformista, asustadiza y quejumbrosa. Sin embargo, esto no anula la parte más compleja del problema, también señalada por Eco: «Un joven puede creer que el progreso es aquello que le permite enviar mensajitos con su móvil o volar a bajo coste a Nueva York, pero el hecho asombroso (y el problema irresuelto) es que debe prepararse, si todo va bien, para convertirse en adulto a los cuarenta años, cuando sus antepasados ya lo eran a los dieciséis».

Pocos análisis me han transmitido tanto con tan pocas palabras. Esto explicaría no solo nuestra estupidez generacional sino el desfase con respecto a otras áreas de la vida que sí parecen haber seguido el ritmo de las de nuestros antepasados. Me refiero, en especial, a la desavenencia entre lo laboral y lo aspiracional . Esto último tanto en el sentido vocacional del término (hombres y mujeres de cuarenta y cincuenta años que se sienten frustrados por aún no saber qué quieren hacer con sus vidas), como en el económico (la famosa precariedad laboral imperante). Explica el rechazo que provocan las nuevas generaciones de jovencísimos 'youtubers' y 'gamers' que, sin abandonar ninguno de sus hábitos adolescentes, son millonarios. Y explica, creo, que el hombre más rico del mundo, el que más posibilidades tiene que llevarnos como especie a un salto cualitativo , sea al mismo tiempo un gordito fortachón que baila como un idiota ante las cámaras o que explica su posición política usando un meme.

El desasosiego , la angustia y la irritabilidad que propician estos asuntos en apariencia tan banales también fueron advertidos por Eco en la conclusión de su artículo: «Sin duda hay que dar gracias a Dios o a la fortuna por vivir más tiempo, pero debemos enfrentarnos a este problema como uno de los más dramáticos de nuestro tiempo, no como un hecho pacífico»

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