Quino, Mafalda y la lucha por un mundo nuevo
«Nos acaba de dejar un auténtico «guerrillero» de la historieta, siempre dispuesto a combatir con el lápiz, el pincel y su cínico sentido del humor como únicas armas por la paz y por el bien común»
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Joaquín Salvado Lavado Tejón viene a este mundo el 17 de julio de 1932 en Mendoza (Argentina). Hijo de emigrantes españoles de Fuengirola (Málaga), podría decirse que estaba destinado a convertirse en historietista desde que vio dibujar a su tío Joaquín, un estupendo grafista publicitario que también es responsable de que en el ámbito familiar, para distinguirlos a ambos, le apodasen « Quino », seudónimo con el que firmará sus obras y con el que alcanzará la fama universal; en especial gracias a Mafalda , la más popular de sus creaciones, que ha sido traducida a 27 idiomas, y que solamente en Argentina, ha vendido más de 20 millones de ejemplares .
Este rotundo éxito contrasta con sus inicios como caricaturista que no fueron fáciles. El ganador del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades del 2014 intentó vender sus dibujos por primera vez a los 19 años, sin conseguir que ninguna editorial se interese por ellos; y no es hasta 1954 que consigue publicar su primera historieta remunerada en la revista «Esto es», por la que cobra 30 pesos.
Animado por este primer éxito, redobla esfuerzos y pronto consigue nuevos encargos en semanarios como «Rico Tipo» o «Tía Vicenta»; labor que combina con diversos trabajos publicitarios . En 1963 por fin llega «Mundo Quino», su primer álbum recopilatorio, donde ya aparecen los que serán los grandes temas de su carrera: la religión, la muerte, las dictaduras militares, etc.; que convierte en «chistes» gracias a ese humor cínico, irónico e inteligente que le caracterizará a lo largo de toda su carrera.
En los años 60 el mundo se está transformando de forma radical. A lo largo de la década se va fraguando un importante movimiento contracultural, libertario y pacifista, que alcanzará su momento álgido en las protestas contra la guerra de Vietnam y el mayo del 68 francés . Pero de lo que nadie se percató, es que en el semanario argentino «Primera Plana», y procedente del mundo de la viñeta, nacía un personaje que iba a alcanzar la fama universal y encarnar mejor que cualquier otra creación gráfica o literaria el espíritu libertario de esta época. Hablo, evidentemente, de Mafalda. A partir de 1965, el personaje se empieza a publicar en el periódico «El Mundo» y posteriormente en la revista «Siete Días Ilustrados». A partir de 1966 comienzan las ediciones internacionales del personaje, llegando a Europa a través de Italia, en un primer volumen prologado por el mismísimo Umberto Eco .
Esta niña, capaz de analizar el mundo con una precisión y certeza que ya quisieran para sí muchos filósofos y pensadores contemporáneos, siempre fue una voz dispuesta a cambiar un mundo; un lugar que por desgracia, cada vez se volvía más difícil y asfixiante para su creador, que con el recrudecimiento de la dictadura Argentina en 1973, decide exilarse en Milán .
Sin embargo, resulta curioso constatar que la contestataria Mafalda no tuvo grandes problemas con la censura en su país. Fue precisamente la apariencia inofensiva del personaje la que le permitió superar los problemas con la dictadura, que por suerte, no supo entender la ironía del personaje; fortuna que no compartieron otras reflexiones adultas disfrazadas de producto infantil como « El Principito » de Antoine de Saint-Exupéry.
Sospecho que los censores ni se preocuparon por el personaje, dando por hecho que era cosa de niños, y centraron su atención en controlar otros medios adultos que se les antojaron como potencialmente más conflictivos. Supongo que ni se leyeron el tebeo; pues solo así se entiende que se publicasen sin mayor problema chistes como el siguiente, que a todas luces constituye un auténtico ataque a la dictadura argentina.
Mafalda le dice a su padre: «Por radio dijeron no se qué de los milibares. ¿Que son los milibares papá?» A lo que el progenitor responde: «Los milibares son una medida de presión. Según esté la atmósfera se dice que hay una presión de tantos mili...» La niña le interrumpe: «¡Pedón papá! Yo te pregunté por los milibares, no por los militares.»
Mafalda se convierte así en un soplo de aire fresco, no solo en su país de origen, sino en otros como España, que lo edita por primera vez en 1970 de la mano de Esther Tusquets , fundadora de la editorial Lumen; que pudo hacerse con el personaje al ser rechazado por Carlos Barral, que consideraba que esta niña era demasiado contestataria. Mafalda resulta trasgresora para la España de la época, y en su primera edición luce en portada el rótulo de «sólo para lectores adultos».
El personaje gana fama y se reedita de forma continuada; pronto trasciende el mundo de la viñeta, y llega al cine y la TV en diversas adaptaciones; entre las que destacan aquellas realizadas por ese genio de la animación cubana y amigo personal de Quino que fue Juan Padrón .
Quino combina su trabajo en Mafalda con otros álbumes como «A mí no me grite» (1972). Por decisión del autor, que considera que el personaje ya ha dado de sí todo lo que podía dar, la última historieta de Mafalda se imprime el 25 de junio de 1973. Las historietas de Mafalda se siguen reeditando de manera continuada por todo el mundo, y su creador se centra en la creación de otros álbumes igualmente magníficos como «Gente en su sitio» (1979), «Ni arte, ni parte» (1982), «Humano se nace» (1991), o «¡Qué presente impresentable!» (2004); por nombrar solo algunos de los más conocidos.
Creo que la esencia del trabajo de Quino, lo que realmente le convierte en un creador inolvidable e irrepetible, se sintetiza perfectamente en una de sus historietas auto conclusivas de una sola página. En ella, el artista se retrata a sí mismo en su mesa de dibujo mientras recibe la visita de la policía política argentina que, con espíritu censor, le pregunta por su trabajo. Quino le dice que es historietista e humorista gráfico; y el militar pide que se lo demuestre. Entonces le enseña diversas páginas, y el censor no sale de su asombro. En ninguna de ellas encuentra la más mínima pizca de gracia; ya que todas versan sobre tragedias e injusticias sociales de la más diversa índole. Confundido, interroga al dibujante, exigiéndole que le enseñe algo de sus obras que se relacione aunque sea remotamente con el humor. Quino se encoge de hombros como queriendo decir: «esto es lo que yo hago», por lo que la página concluye con el historietista esposado y detenido.
Así era el genio que nos acaba de dejar, un auténtico « guerrillero » de la historieta; siempre dispuesto a combatir con el lápiz, el pincel y su cínico sentido del humor como únicas armas, en favor de todo lo que es justo, por la paz, y por el bien común; y Mafalda es sin duda el personaje que mejor expresó dichos ideales.
«¡Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!» proclama en una de sus tiras el agudo personaje . Julio Cortázar supo entenderlo mejor que nadie, y en así lo demuestra en una carta dirigida a Esther Tusquets fechada el 20 de septiembre de 1973, donde le solicitaba que escribiese un prólogo para una futura edición de un álbum con las tiras del mítico personaje:
«[…] En Perú, creo, un periodista me hizo numerosas preguntas y entre ellas las siguiente: “¿Qué piensa usted de Mafalda?”. Le contesté: “Eso no tiene la menor importancia. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”».
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