Quino, un creador irrepetible

«¡Que paren el mundo que me bajo!», Mafalda

Quino firmando sus libros

Por Asier Mensuro

Joaquín Salvado Lavado Tejón viene a este mundo el 17 de julio de 1932 en Mendoza (Argentina). Hijo de emigrantes españoles de Fuengirola (Málaga), podría decirse que estaba destinado a convertirse en historietista desde que vio dibujar a su tío Joaquín, un dibujante publicitario que también es responsable de que en el ámbito familiar, para distinguirlo de su tío, le apodasen «Quino», seudónimo con el que firmará sus obras y con el que alcanzará la fama universal; en especial gracias a Mafalda, la más popular de sus creaciones.

El ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades del 2014 no tuvo unos inicios fáciles. A los 19 años, intenta vender sus dibujos, sin conseguir que ninguna editorial se interese por ellos, y no es hasta 1954 que consigue publicar su primer dibujo remunerado en la revista Esto es, por el que le pagaron 30 pesos. Pronto le seguirán otros trabajos en semanarios como Rico Tipo, o Tía Vicenta, combinándolos con diversos encargos publicitarios. En 1963 por fin llega Mundo Quino, su primer trabajo recopilatorio, donde ya se encuentra plenamente desarrollado ese humor cínico, irónico e inteligente que le caracterizará a lo largo de toda su carrera.

El mundo estaba cambiando, y poco a poco se estaba «cocinando» las protestas sociales que culminarían en el mayo del 68 francés y en el movimiento hippie; pero de lo que nadie se percató, es que en el seminario argentino Primera Plana, y procedente del mundo de la viñeta, nacía un personaje que iba a alcanzar la fama universal y encarnar mejor que cualquier otra creación gráfica o literaria el espíritu libertario de esta época. Hablo, evidentemente, de Mafalda.

Esta niña, capaz de analizar el mundo con una precisión y certeza que ya quisieran para sí muchos filósofos y pensadores contemporáneos, siempre fue una voz dispuesta a cambiar un mundo; que se volvió cada vez más difícil y asfixiante para Quino con el recrudecimiento de la dictadura Argentina, lo que le lleva a exilarse en 1973 a Milán.

Fue precisamente la apariencia inofensiva de Mafalda la que le permitió superar los problemas con la censura de su país, que por suerte, no supo entender la ironía del personaje; fortuna que no compartieron otras reflexiones adultas disfrazadas de producto infantil como El Principito de Antonine Saint Exupery.

Mafalda se convierte así en un soplo de aire fresco, no solo en su país de origen, sino en otros como España, en los que también se publica en 1970 de la mano de Esther Tusquets, fundadora de la editorial Lumen; casa editora que se hace con el personaje tras ser rechazada por Carlos Barral, que consideraba que esta niña era demasiado contestaría. Mafalda resulta trasgresora para la España de la época, y en su primera edición luce en portada el rótulo de «sólo para lectores adultos».

El personaje trasciende el mundo de la viñeta, llegando al cine en diversas adaptaciones animadas, entre las que destacan aquellas realizadas por ese genio de la animación cubana y amigo personal de Quino que fue Juan Padrón.

Quino considera que el personaje se agota, y cierra la serie en 1973; centrándose en la creación de otros álbumes como A mí no me grite (1972), Ni arte, ni parte (1982), Humano se nace (1991), o ¡Qué presente impresentable! (2004); por nombrar solo algunos de los más conocidos.

Creo que la esencia del trabajo de Quino, lo que realmente le convierte en un creador inolvidable e irrepetible, está perfectamente sintetizada en una de sus historietas auto conclusivas de una sola página.

El artista se retrata a sí mismo en su mesa de dibujo mientras recibe la visita de la policía política argentina que, con espíritu censor, le pregunta por su trabajo. Quino describe su labor como la de un historietista e humorista gráfico; y el militar pide que se lo muestre. Quino le enseña diversas páginas en las que el censor no encuentra la más mínima pizca de humor; ya que versan sobre tragedias e injusticias sociales de la más diversa índole. Confundido, Interroga al dibujante, exigiéndole que le enseñe alguna de sus obras que se relacione aunque sea remotamente con el humor. Quino se encoje de hombros como queriendo decir: «esto es lo que yo hago», por lo que la página concluye con una viñeta en la que es esposado y detenido.

Así era el genio que hoy nos deja, un alquimista de la viñeta capaz de realizar las más profundas reflexiones con la sola ayuda del lápiz y la tinta; pero que gracias a su inteligencia y sentido del humor, las elevaba a otra categoría, convirtiéndolas en una auténtica fuente de inspiración para sus lectores; o si se prefiere, y por expresarlo en términos relacionados con la figura que hoy despedimos; fue alguien capaz de recordarnos que todos llevamos dentro a una pequeña Mafalda, que con voluntad incansable, lucha para hacer de este mundo un lugar mejor.

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