Los peligros de los algoritmos y metadatos, expuestos a través de un cómic

David Sánchez y Damian Bradfield publican 'Los años de internet', una visión nada halagüeña del uso que las grandes empresas vinculadas a internet hacen con los datos

Astiberri

Asier Mensuro

David Sánchez y Damian Bradfield publican de la mano de Astiberri, ' Los años de internet ' (2021); un cómic inquietante como pocos, ya que plantea una visión nada halagüeña del uso que las grandes empresas vinculadas a internet hacen con los datos que recopilan sobre cada uno de los usuarios que navega por la red de redes.

El autor del guión es Damian Bradfield, cofundador y directivo de la empresa Wetransfer y WePresent , autor del ensayo 'What You Need to Do to Create a Better Internet', y fundador de Empty Day, una organización benéfica que se preocupa por los efectos negativos y adictivos de las redes sociales.

Lo primero que quisiera destacar de 'Los años de internet', es que me parece un acierto que Bradfield haya recurrido al lenguaje del cómic como vía complementaria al ensayo literario para difundir sus ideas; pero sobre todo, que haya elegido a David Sánchez para acompañarle en este camino.

Cuenta David Sánchez que Bradfield le contacta para que realice una historieta corta como vía de promoción de su libro. Poco después, vuelve a comunicarse con él para encargarle otro relato corto en viñetas; y es en ese momento, cuando David y Héloïse Guerrier (la sagaz editora que se encuentra tras este volumen), comprenden que la cosa da de sí para realizar un álbum completo.

Astiberri

Pero decirlo y hacerlo, son cosas distintas. Sánchez es un autor muy personal, y necesita llevarse a su terreno aquello que tiene que dibujar; y Bradfield, no es un guionista de cómic acostumbrado a narrar con imágenes.

Todo ello, convierte a 'Los años de internet' en un producto único, en un rara avis, en el que ambos autores pisan un terreno inexplorado más allá de su zona de confort.

David Sánchez es un caso único del cómic patrio. Conoce a la perfección el imaginario colectivo de nuestro tiempo; y construye su trabajo extrayendo imágenes de las más variadas fuentes de la cultura popular, haciéndolas suyas, mediante un grafismo único y atractivo.

El historietista se aleja de los caminos que recorren la mayoría de los artistas que trabajan con este tipo de iconografía; y dota a sus creaciones de de una fuerte carga emocional. Sus hieráticas imágenes resultan inquietantes, pero a la vez, son fascinantes e hipnóticas, grabándose de forma indeleble en la memoria de quién las contempla.

La obra de David Sánchez es siempre rica en estampas estereotipadas procedentes de la cultura popular; y Los años de internet no es una excepción. La cubierta muestra un móvil con el protector de la pantalla hecho añicos, y una imagen icónica que resume a la perfección el tema de este libro, el emoji de una carita amarilla llorando.

El terminal está abandonado sobre un suelo desértico y pedregoso, y la única huella de vida que muestra la portada, es un puñado de insectos y un arácnido; concretamente, un extraño alacrán dorado.

La tecnología se nos revela así como un sueño roto ; y la soledad del desierto sugiere que, a pesar de su alto desarrollo tecnológico, la humanidad se ha extinguido. Finalmente, el escorpión dorado se me antoja como la perfecta metáfora de que las bondades del mundo digital, son en realidad un regalo envenenado.

Pero lo verdaderamente inquietante de este cómic es que, salvo en un par de ideas concretas, 'Los años de internet' no son un retrato de un futuro apocalíptico; sino la descripción veraz de un presente que en nuestra ingenuidad de internautas, aún no hemos comprendido en su verdadera dimensión. Y los escasos elementos de la historieta que aún no son reales, se presentan como una opción de futuro tan cercana y plausible, que resulta aterradora.

Recreando un universo arquetípico, Sánchez es capaz de plasmar todo esto gracias a su imaginación gráfica portentosa.

Quizá mi ejemplo favorito sea la segunda historia de este volumen; en la que un funcionario de una compañía de seguros, acude a una entrevista personal con un cliente potencial que ha solicitado ser asegurado.

Tanto el futuro cliente, como el empleado en cuestión, lucen en todo momento unas gafas de sol tintadas que impiden que se vean sus ojos; pero a cambio, David Sánchez añade un tercer ojo en la frente del empleado de la aseguradora.

El ojo de Dios

Este icono es fácilmente asimilable al ojo de Dios de la iconografía cristiana; y cuando el devenir de la historia revela cuanto sabe la compañía sobre su futuro cliente gracias a un algoritmo que procesa el rastro de datos que dejan los dispositivos electrónicos de usa de manera habitual; esta asociación de ideas cobra todo su sentido. Como Dios, determinadas empresas de internet son casi omniscientes; y asusta pensar que, probablemente, dicha cualidad no vaya acompañada de otra cualidad intrínseca de la deidad, como es la bondad con todos sus hijos.

Pero el gran acierto de esta historieta se encuentra en otro rostro, presente al fondo de la imagen de muchas de las viñetas. Se trata de Tony Tiger, la mascota de una conocida marca de cereales; que desde el paquete, mira directa (y yo diría que burlonamente además) al lector.

Que la imagen-icono de unos cereales saturados de azúcar presida una conversación sobre los hábitos de vida saludables entre la compañía aseguradora y asegurado; me parece un auténtico hallazgo visual solo alcance de un autor con la portentosa imaginación, y el soterrado sentido del humor de David Sánchez.

El relato culmina con un pequeño acto de rebeldía por parte del cliente contra la compañía aseguradora; dejando así un final abierto a esta desasosegante historieta; y poniendo el dedo en la llaga en el verdadero quid de la cuestión: ¿La relación entre la multinacional y el individuo ha de ser regida y mediatizada por la lectura que un algoritmo realice de nuestros datos?

Otra idea que me fascina, quizá el hallazgo visual más interesante de todo el cómic, sea una serie de portadillas que introducen o preceden cada una de las historietas. En ellas, se muestran a toda una serie de macacos que manejan modernos dispositivos digitales como mandos de videoconsola o gafas de realidad virtual. De forma inmediata, me han recordado a mi imagen predilecta de Tarzan; aquella en que los simios invaden la cabaña africana de Lord Greystoke, y se dedican a manipular todo tipo de artilugios y herramientas; hasta que, por accidente, la escopeta se dispara y huyen despavoridos. Los macacos de Sánchez son una versión moderna de esos monos; y como siempre en sus dibujos, devienen en un icono que ejemplifica el mensaje a transmitir y que funciona a las mil maravillas.

A caso los homo sapiens, como usuarios tecnológicos ¿no somos como nuestros parientes los primates con una escopeta en las manos? ¿No manejamos a nivel usuario una serie de herramientas que, en el fondo, no somos capaces ni de comprender, ni de dominar?

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