Necrológica de Antonio Segui

Peatón de las ciudades

Representó a su país, al cual había dejado de ir durante la dictadura militar, en la Bienal de Venecia de 1984

Antonio Segui

Juan Mauel Bonet

Argentino de nacimiento, y uno de los pintores y grabadores más importantes de la escena de su país, desarrolló la mayor parte de su obra, de temática generalmente urbana, en París, ciudad de acogida para tantos creadores del Nuevo Mundo.

En Buenos Aires, donde estaba de paso, ha encontrado la muerte, el 26 de febrero, como consecuencia de una operación de cadera, Antonio Seguí. Nacido en la localidad cordobesa de Villa Allende, en 1951 visitó por vez primera Europa, donde estudió en San Fernando, por libre, y luego en los Beaux-Arts de París, donde décadas después sería profesor. Tras probar suerte en México, y un tiempo en Buenos Aires, en 1963 llegó a la capital francesa en compañía de su primera mujer, la conocida bailarina Graciela Martínez, fallecida el año pasado. Al año siguiente se mudaron a Arcueil, banlieue adoptiva de su admirado Erik Satie y de Julio González.

Recuerdo mi visita, hace nueve años, al hermoso palacio ochocentista con jardín, que fuera de François-Vincent Raspail, donde vivía este hombre expansivo, que te recibía rodeado de sus queridos fetiches y sus criaturas de acero.

Inicialmente pop, lo suyo terminó siendo una personalísima versión de la ‘figuration critique’ tan en boga en el París sixties. Como su compatriota Cortázar, al que veía en el Old Navy, vivió intensamente Mayo del 68, que plasmó en carteles. Recorrida siempre por su característico peatón con sombrero, con algo de alter ego suyo, la ciudad y la multitud son la materia de su pintura. Una ciudad laberíntica y colorista, con toques entre piranesianos y chiriquianos, y un humor ácido a lo Grosz, o a lo Berni. Una ciudad que, como sucede en la obra cortazariana, es mezcla de París y Buenos Aires: en varios de sus cuadros vemos a su personajillo cruzando de una zancada el charco que separa el Obelisco de Prebisch, de la Torre Eiffel.

Expositor en Nina Dausset, Jeanne Bucher, Claude Bernard o Marwan Hoss, y aquí en la valenciana Punto (en 1983), celebró individuales institucionales en la Kunsthalle de Darmstadt, el Musée d’Art Moderne, el Pompidou, la BNF, la Maison de l’Amérique Latine, la bruselesa Fondation Folon, y en Buenos Aires en el Bellas Artes, el MAMBA, la Fundación San Telmo, el Centro Recoleta, el Borges… Representó a su país, al cual había dejado de ir durante la dictadura militar, en la Bienal de Venecia de 1984. En Boulogne-sur-Mer pintó un mural callejero sobre José de San Martín. Daniel Abadie, Damián Bayón, Nicolas Calas, Édouard Glissant, Gilbert Lascault, Edward Lucie-Smith, Mandiargues, Bernard Noël, Raillard o Sarduy glosaron su obra. Entre los libros que ilustró, ‘Rythmes rouges’ (1992), de Borges; una edición de 1998 de una selección de un clásico porteño, ‘El hombre que está solo y espera’, de Raúl Scalabrini Ortiz, y ‘Allá en lo verde Hudson’ (2012) de Arnaldo Calveyra. Más títulos de, entre otros, Apollinaire, Arrabal, Audiberti, Silvia Baron Supervielle, Benedetti, Bergamín, Caillois, Cela, Ramón Gómez de la Serna, Manguel, Pessoa, Gonzalo Rojas, Carlos Semprún Maura…

Juan Manuel Bonet

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