New Order apuntala su leyenda electrónica en el cierre del Sónar
El festival barcelonés despide su XXIII edición con 115.000 asistentes
Con sus últimas visitas, un par de conciertos tirando a tibios o calamitosos, según el caso, New Order había agotado sus reservas de crédito y también la paciencia de muchos de sus seguidores, pero anoche tocaba borrón y cuenta nueva; un volver a empezar para recuperar las buenas sensaciones y revalorizar su cotización como pieza clave del pop electrónico de las últimas décadas. Eso era, a priori, lo que prometía la presentación de « Music Complete », el último trabajo de los británicos y de lo mejorcito que han grabado desde los días de frenesí sintético del (demasiado) lejano «Technique», y eso fue también en lo que se convirtió el regreso de los de Manchester a Barcelona en la última jornada del Sónar .
Ahí estaban Bernard Summer y los suyos reiniciando los servidores para reforzar perfiles electrónicos, servir ritmos aplastantes y buscar nuevas conexiones con la pista de baile. Rejuvenecidos y plenamente convencidos de su presente, empezaron descorchando piezas recientes como «Singularity», «Crystal», «Restless» o «Tutti Frutti», todas ellas acompañadas por poderosos visuales e imágenes de época del Berlín de finales de los ochenta, cuna del techno europeo, le dieron una doble capa de barniz sintético a «Bizarre Love Triangle» y para cuando llegaron a las infalibles «True Faith», «Perfect Kiss» y «Temptation», el escenario central ya se había convertido en un gigantesco club dominado por el baile y los ritmos secos y no por la nostalgia.
Es cierto que la voz de Summer ha perdido un poco de pegada y canciones como «Waiting For Sirens Call» siguen sin acabar de encajar, pero con un sonido apabullante y un diseño de luces elegante y cuidado, los británicos ofrecieron un a proverbial lección de adaptación al medio desterrando viejos tics roqueros y apuntalando su leyenda electrónica con gruesos pilares anclados en el presente. Al final, la sublime «Blue Monday» y el «Love Will Tear Us Appart» de Joy Division en versión irremediablemente eufórica dejaron al público satisfecho y bien planchadito para otra noche de excesos electrónicos y baile sin tregua.
Del resto se encargaron el siempre efectivo Laurent Garnier , quien se encerró durante siete horas en ese nuevo escenario circular tapizado de rojo y exprimió a conciencia sus archivos para brincar del reggae al house y de ahí al techno; un arrollador y descarado Skepta, eminencia del grime británico que transformó la presentación de «Konichiwa» en una barra libre de sonidos urbanos y ritmos crujientes; o una despendolada Santigold que, como ya hizo el viernes en el Sónar de Día, fundió R&B y pop futurista en un vistoso y vibrante pase.
Antes de eso, en el recinto diurno, apareció la lluvia y los nubarrones ensombrecieron ligeramente la última jornada del festival, pero ni siquiera eso consiguió frenar la transformación del festival barcelonés en un « gran laboratorio cultural » bendecido una vez más por la respuesta del público y 115.500 visitantes de 101 países diferentes. Unos números similares a los de 2015 -118.000 personas en total- que estabilizan el tamaño del festival y dan por buena su apuesta por la mezcla de diferentes discursos musicales así como la convivencia de ocio, negocio, divulgación y experimentación artística.
Un cruce de caminos que, en cuanto escampó y reapareció el sol, se hizo ritmo con el colorismo africano y el bombardeo a la tradición del sudafricano Nozinja , los zarpazos de distorsión y ruido abstracto de los estadounidenses Oneohtrix Point Never o el arrollador show audiovisual de Byetone , una experiencia física repleta de zumbidos, luces cegadoras y ráfagas centelleantes que, como casi todo en este Sónar, puso a prueba la resistencia de cuerpo y mente. El año que viene más, aunque quien no quiera esperar tanto tiene nuevas oportunidades para revivir el espíritu Sónar en Reykjavik, Estocolmo, Santiago de Chile, Bogotá, Buenos Aires, Estambul y Hong Kong, próximas paradas de la expansión internacional del festival.
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