ARQUITECTURA
Un edificio cooperativo de Barcelona gana el premio emergente Mies van der Rohe
Las irlandesas Grafton Architects se llevan el galardón principal con su proyecto para la universidad londinense de Kingston
A grandes males, soluciones imaginativas. ¿Que el acceso a la vivienda en una ciudad como Barcelona empieza a bordear la ciencia ficción? Ahí está la cooperativa barcelonesa de arquitectos Lacol para idear un modelo de «copropiedad y cogestión de recursos y capacidades compartidas». Una alternativa utópica que se materializó hace tres años en el barrio de Sants de la capital catalana a través de La Borda, una cooperativa de viviendas en cesión de uso impulsada por los propios vecinos en el antiguo recinto fabril de Can Batlló.
Una idea aparentemente descabellada que, sin embargo, ha ganado este martes el premio Mies van der Rohe 2022 en la categoría emergente precisamente por su carácter «transgresor». «Si bien la producción de vivienda está dominada principalmente por intereses macroeconómicos, en este caso, el modelo se basa en la copropiedad y la cogestión de recursos y capacidades compartidas», destacó el jurado de un galardón dotado con 60.000 euros y que reconoció en su categoría principal a las irlandesas Grafton Architects, ganadoras del Pritzker de 2020, por el edificio Town House de la universidad londinense de Kingston. Ambos galardones se entregarán el 12 mayo en el el Pabellón Mies van der Rohe de Barcelona.
La Borda, explican sus impulsores, nació en 2012 en un contexto de «reapropiación vecinal» del recinto de Can Batlló, antiguo polígono industrial de manufacturas textiles, y para poder cubrir «una necesidad de acceso a la vivienda» en un contexto de crisis económica y habitacional.
El edificio, de seis plantas y más de 25 metros de altura, es el más alto de España con estructura de madera y está diseñado para fomentar al máximo la vida en comunidad. De ahí el patio central con balconadas interiores y los espacios comunitarios como una cocina compartida, un comedor, una lavandería y una sala de reuniones.
Cesión municipal
Ubicado en un terreno cedido por el Ayuntamiento de Barcelona durante 75 años y por el que la cooperativa paga un canon anual, el inmueble premiado alberga a 28 familias, unas 70 personas, en pisos de entre 40 y 78 metros cuadrados y con una concepción accesible y no especulativa de la vivienda. «Los propios habitantes forman la cooperativa e hicieron todo el proceso de empujar para que esto fuese real», destacaba Ernest Garriga, uno de los arquitectos de la cooperativa Lacol y habitante también de La Borda.
En su valoración, el jurado formado por Tatiana Bilbao, Francesca Ferguson, Mia Hägg, Triin Ojari, Georg Pendl, Spiros Pengas y Marcel Smets. destacó que todo lo que rodea a La Borda «va más allá del proyecto específico de vivienda cooperativa» ya que, asegura, «el estudio también funciona como una cooperativa donde 14 profesionales con diferentes conocimientos ofrecen un modelo a seguir y una herramienta activa para promover el cambio político y urbano desde dentro del sistema, basado en la sostenibilidad social, ecológica y económica».
Autopromoción, derecho de uso, convivencia, sostenibilidad y asequibilidad son algunas de las claves que el premio Mies Van der Rohe destaca de un proyecto que, añade, «tenía como objetivo redefinir el programa de vivienda colectiva, al tiempo que creaba edificios sostenibles e incluía la participación de los usuarios». En este sentido, el jurado subrayó la importancia de la arquitectura que «profundiza en la posibilidad de cambiar mentalidades y políticas y la relevancia de la inclusión».
Del Town House en la universidad londinense de Kingston, edificio con el que las irlandesas Yvonne Farrell y Shelley McNamara ( Grafton Architects) ganaron el Premio de la Unión Europea para Arquitectura Contemporánea Mies van der Rohe, el jurado quiso destacar que genera «una experiencia emocional desde dentro y a través de la columnata de la fachada que crea una atmósfera doméstica a distintos niveles. Se adapta a los usos de danza, biblioteca y de estudio utilizando capas de silencio y capas de sonido que funcionan perfectamente bien juntas». Además, es la primera vez que un edificio universitario gana el premio de arquitectura lo qui, según los impulsores del premio, demuestra que hay una necesidad de proyectos educativos públicos con esta calidad.