Flamenco

El Niño Ricardo, maestro de los mejores guitarristas de la historia

Nadie recordó la efeméride, pero se han cumplido 50 años de la muerte de uno de los músicos flamencos más influyentes del siglo XX

Monumento del Niño Ricardo, en Sevilla ABC

Luis Ybarra Ramírez

Todos, a esa hora, andaban mirando hacia la iglesia en la que reside el Cristo de Burgos, que el pasado Miércoles Santo, entrado ya en el jueves, se recogía a eso de la 1 de la madrugada. En esa plaza sevillana, en pleno casco histórico, también se ubica el monumento al guitarrista más importante de los muchos que nacieron en la capital andaluza: Niño Ricardo. El 14 de abril se cumplieron 50 años de su muerte. Nadie lo recordó. Todos andaban mirando hacia el templo. Pero su toque, eso sí, ha conseguido algo mucho más poderoso que permanecer en la memoria de unos pocos: está tatuado en las uñas y muñecas de varias generaciones de artistas: en Serranito y en Paco de Lucía , en Manolo Sanlúcar , Enrique de Melchor , los Gastor y, en especial, en los trianeros Rafael Riqueni y Ricardo Miño , que también llevaron sus falsetas a otra dimensión.

Nadie lo miró ni mencionó en su efeméride, pero es el padre de la guitarra moderna de acompañamiento . Uno de ellos, al menos. El maestro, eso seguro, de los mejores de la historia. Aunque a su figura demos la espalda, está presente en cada arpegio.

Manuel Serrapí, que así se llamó, nació en 1904 y falleció en la primavera de 1972. Guitarrista de profesión y revolucionario, en lo musical, por inquietud, desarrolló la técnica que después tomó Paco de Lucía para hacer volar el instrumento . También creó todo un universo sonoro de la máxima expresividad. Las falsetas que aportó a cada palo, al fandango y la soleá, por ejemplo, emplearon toda la técnica que se conocía entonces y alguna más para contar la música con la emoción en los cimientos. Grabó en solitario, acompañado por otro guitarrista, Melchor de Marchena, en un par de bulerías históricas, y, sobre todo, junto a los principales cantaores del siglo XX, desde Manuel Torre hasta unos jóvenes Lebrijano y Enrique Morente, que con él empezaron sus carreras .

Acompañante de todos los cantaores

Su sonanta, por tanto, no ha de entenderse por su valor como concertista, sino por conducir a las grandes voces al lugar más oportuno . Invitarlas a entrar con sus dedos al cante y posibilitar la creación de viejas catedrales, como la seguirilla de Tomás Pavón 'A clavito y canela'. ¿Escucharon la 'Hija de Juan Simón' de Pepe Marchena o la 'Maja Aristocrática' de La Niña de los Peines ?

Quien las secunda es él, que trabajó en las cimas artísticas, además de los mencionados, de Juanito Valderrama , Pepe Pinto, La Niña de la Puebla, Manuel Vallejo , Manolo Caracol , El Niño de la Huerta, El Sevillano, Antonio y Manuel Mairena , José Cepero, El Carbonerillo, Paco Isidro, El Niño Gloria, El Cojo de Málaga, Juanito Varea, Pepe El Culata, José Palanca, Paco Muriana, Pericón de Cádiz, Bernardo de los Lobitos, Pepe Aznalcollar, Rafael de Jerez, Jarrito, Antonio Molina, Rafael Farina, Porrina de Badajoz, Antonio Rengel, Paco Mazaco, Emilio Abadía, Chocolate y figuras de la copla como Marifé de Triana . Estos, entre otros muchos, pues su rasgueo fue cómplice de la mayoría de los que cantaron entre los años 20 y 60 en este país.

Disco de Niño Ricardo y Melchor de Marchena

Discípulo de Ramón Montoya, Javier Molina y Manolo de Huelva, se dió a conocer al público de los cafés cantantes como Manolo El Carbonero antes de convertirse en la piedra angular del toque moderno. Se quedó ronco a causa de una operación y selló su impronta con las manos. Participó en películas , como 'Puente de coplas' (1961), y compuso himnos: 'El Emigrante', de Juanito Valderrama, y 'La madrugá', de Antonio Molina , son dos de ellos. Por los 40 giró con Sabicas por el mundo. Y desde los 50 en adelante ilustró los nuevos caminos de la bajañí. Rafael Riqueni se inició, como tantos, calcando sus falsetas, de un clasicismo arrebatador. Dicen que en el arte se empieza copiando, y al Niño Ricardo fueron a robar los jóvenes de entonces que después resultaron ser genios.

Las primeras transcripciones de su obra llegaron, curiosamente, desde Japón , de la mano del músico Michio Hino, muestra de la universalidad de su creación. Nadie, la pasada semana, se acercó a su monumento. Sevilla, desde la plaza en la que el Cristo de Burgos empieza y culmina su estación de penitencia, miraba a los pórticos del templo. Hasta en su día tomó, de nuevo, el papel de personaje secundario. Hasta ahí alcanza su concepto de guitarrista de acompañamiento.

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