Muere el arquitecto Oriol Bohigas, padre de la Barcelona olímpica
El urbanista, autor de algunas de las obras más icónicas de la Ciudad Condal, ha fallecido a los 95 años
El pasado septiembre Oriol Bohigas Guardiola hizo entrega de sus archivos al Arxiu Nacional de Catalunya. Enfermo de Parkinson desde 2015, el arquitecto y urbanista reunía en esas 113 cajas una treintena de libretas de notas, papeles de su tesis doctoral, proyectos para concursos de ámbito nacional e internacional, sus clases de profesor de la Escuela Tècnica de Arquitectura de Barcelona (1977-1980), artículos (1945-2011), correspondencia, documentación de su acción municipal -director de urbanismo, concejal de Cultura- y de su presidencia del Ateneu Barcelonès entre 2003 y 2011.
Bohigas, que acaba de morir a los 95 años, fue un hombre de dogmas: su modelo fue la arquitectura que transitó del Noucentisme al racionalismo, un admirador de le Corbusier y Van der Rohe y la Cataluña republicana. El Modernismo le interesó como apertura cosmopolita a las corrientes europeas, pero abominaba del decorativismo que chocaba con su visión desnuda de la edificación. No era partidario, por ejemplo, de continuar la Sagrada Familia: le parecía una «vergüenza mundial».
Hijo único de una familia burguesa y catalanista cursó sus estudios en el Instituto-Escuela de la Generalitat. En uno de sus libros, 'Modernidad en la arquitectura de la España republicana' (Tusquets), Bohigas identifica el régimen del 14 de abril con la modernidad y rinde homenaje a quien considera sus maestros: Rafael Bergamín, Josep Lluís Sert, con el Gatepac y la revista A.C., Secundino Zuazo y Torres Clavé: «Con estos nombres y con toda la lista de colaboradores, con todos los urbanistas y arquitectos que trabajaron esforzadamente desde los ministerios, desde los ayuntamientos o desde sus estudios particulares, la República logró crear el entorno cultural de una actitud de vanguardia en el mundo del diseño y la planificación, como lo había logrado paralelamente en otros campos», señala.
Asociado con Josep Maria Martorell en 1951, la entente profesional se amplió diez años después con David Mackay en el estudio MBM Arquitectes. El trío Martorell-Bohigas y Mackay firmó una serie de proyectos que renovaron el paisaje barcelonés, desde los años de Porcioles a la Barcelona postolímpica. Entre sus realizaciones, la Ronda Guinardó (1964), la Escuela Thau (1974), la villa y el puerto olímpicos (1992), el Palau Nou de la Rambla (1993), la Universidad Pompeu Fabra (2001), o la ampliación del Corte Inglés (2004).
En los años sesenta y setenta, el nombre de Bohigas se asocia a la ' Gauche Divine' donde comparte el papel de arquitecto con Ricardo Bofill. Cuando se le mencionaba ese período de la discoteca Bocaccio, los veranos de Cadaqués -que Terenci Moix literaturizó en 'El sexo de los ángeles'- y el activismo erótico-festivo, Bohigas prefería orientar sus comentarios a la producción cultural: «Se tendría que hacer un análisis a fondo de las características de aquella Gauche Divine, comenzando por las listas bien hechas de los cineastas y las películas que hicieron, los arquitectos y la cantidad de cosas que hicieron, los pintores, los filósofos, los músicos… De las editoriales que se fundaron, los círculos de conciertos que se hicieron, la entrada de filósofos extranjeros para dar conferencias en Barcelona…» declaraba al periodista Martí Font.
Urbanismo y plazas duras
Con la llegada de la democracia, Bohigas accede en 1977 a la cátedra que le había sido vedada por sus actividades antifranquistas -en 1971 se negó a jurar los Principios del Movimiento- y en 1980 Narcís Serra le ofrece dirigir el urbanismo barcelonés: el arquitecto utilizaba el verbo «zurcir» la ciudad a partir de pequeñas unidades.
De aquella etapa quedaron las 'plazas duras', tan criticadas, y su competencia con Bofill, el arquitecto-alternativa de Convergencia. Cuando se le atacaba, Bohigas, que había trasladado su residencia a una plaza Real que trocó la arena por la baldosa consideraba un error identificar las plazas con la vegetación: «Las plazas son como pueden ser pero normalmente son pavimentadas», sentenciaba. Tampoco gustaba su afición por los edificios sin balcones, criticada por el urbanista Luis Racionero, pero Bohigas siempre fue inconmovible en arquitectura y en política.
En sus últimos años, desde la presidencia del Ateneu, acentuó si cabe un catalanismo que derivó en soberanismo expresado con espíritu provocador: «Más que partidario de la independencia lo que no quiero es ser español». Bohigas concibió la arquitectura como acción política: un ideólogo, para bien o para mal, de piedra picada.