Manuel Lucena Giraldo

Mirar debajo del agua

«Las últimas fronteras que nos quedan son el espacio y los fondos oceánicos», dice el autor

La trayectoria global de los españoles tiene un mapa en superficie y otro compuesto de pecios sumergidos. El primero está vinculado a la historia de los descubrimientos geográficos y se expresa en un tejido universal de nombres, hallazgos, estatuas y calles que tapizan para bien nuestras calles y plazas. Son tan familiares que nos parece que siempre han estado –o deberían estar- ahí: Colón, Cortés, Magallanes, Elcano, Erauso, Mutis, Malaspina, Badía, «Plus Ultra». Otros indicios pertenecen al patrimonio sumergido. Contiene aquellos nombres de los que no retornaron y fueron víctimas de corsarios y piratas, huracanes y tormentas, o del simple infortunio.

La recuperación del patrimonio sumergido español no constituye, pese a las apariencias, un acto de pasado, o solo de memoria histórica entendida al fin como se debe, sino de verdadero futuro. Las últimas fronteras que nos quedan son el espacio y los fondos oceánicos. Un día de estos el noticiero nos sorprenderá con la llegada a Marte de una nave tripulada, o con la exploración de un agujero negro. En el mar profundo e insondable, de manera literal allí donde la sonda no llega porque se halla fuera de nuestro alcance, en cambio, se fusiona lo mejor del pasado de España con toda la capacidad de futuro e innovación que debe caracterizar a nuestra sociedad.

El patrimonio sumergido español, donde quiera que se halle, encierra grandes y pequeñas historias de heroísmo y belleza, la matemática del error y la aventura de compatriotas que no supieron o no quisieron permanecer en su esfera de comodidad. Hallar esos pecios, rendirles honores y descifrarlos implica dignificar lo mejor de nuestro pasado, al mismo tiempo que proyectar el tiempo común que debe llegar. Desde un punto de vista histórico, nos pesa demasiado la falsa visión de una nación inmóvil, terrestre, inerte, anclada a jerarquías no meritocráticas, hostil al comercio y la ciencia. Esas leyendas negras son ficciones. Por el contrario, la historia de España es la de una nación marítima, emigrante, aventurera si se quiere, inconforme, emprendedora, descubridora. Los naufragios de nuestros muertos en todos los océanos son la prueba viviente de que llegamos antes que muchos, luego podemos volver a hacerlo.

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