Música

Manuel Agujetas: el Bukowski del cante flamenco

Quizá hoy se cumplen años de su nacimiento: no tenía papeles, no conocemos la fecha

Manuel Agujetas actuando en el año 2002 ABC

Luis Ybarra Ramírez

Las cicatrices que le cruzan el rostro son signos de interrogación. Cuándo nació, nos preguntamos, faltos de papeles que lo certifiquen. Qué habría, en realidad, en el fondo de aquel mito fragüero que en su hoguera quemó toda seña de debilidad. Manuel Agujetas es un Bukowski del cante jondo, solitario emblema que con romanticismo caminó entre la realidad y el mito para tratar de confundirnos. Jugó a morir en cada esquina de su voz. Inspiró a poetas. Los amigos le dijeron que por Dios se hiciera profesional y cambió el fuego por el escenario , donde mil veces se prendió y despotricó con su particular visión de este arte, en las antípodas del aperturismo. Este mes de junio se cumplen años, los que sean, de su nacimiento, o quizá no. Quién sabe. Si los años que recogen algunas de sus biografías son contradictorios, los meses, más aún.

No tenía DNI, pero sí, según fuentes cercanas, un ipod . Cómo convive una cosa con la otra, me pregunto. Qué haría este gitano de lumbre oscura en casa. Lo rebajo todo a lo más elemental, casi obsceno: qué cantaría en la ducha. Se enamoró de una mujer japonesa y en vida pidió descansar toda la muerte enterrado en Oriente . Hasta en el más allá, cuando nos enteramos, llevó su rebeldía, donde siempre ganó crujiendo letras mortecinas que solo supieron expresarse a través de determinados palos: la soleá, el martinete y la seguirilla, sobre todo. También el fandango, tan desgarrado, los tientos y algo de malagueñas, tarantos, tangos, alegrías, bulería por soleá y bulerías. Paremos de contar.

Su padre, Agujetas El Viejo , llamado así por su trabajo en el ferrocarril, donde se dedicaba a cambiar las agujas de las vías, coincidió con Manuel Torre y grabó algunos cantes que sin él se habrían perdido, como la soleá jerezana de Carapiera: «Por lo que tu quieras pase», con aires de cantiña, en tonos mayores. El Torre, por su parte, fue aquel artista aficionado a los galgos que encendió los oídos de Lorca y suscitó parte de su 'Romancero'. Extraño genio del arte cabal que nos conecta con un pasado aún más desconocido. Aún, por tanto, más mitificado.

El Viejo tuvo hijos: Manuel, nuestro protagonista, también Diego, Juan El Gordo, Paco y Luis. Todos con esa forma de expresión visceral. Y Manuel, claro, también tuvo descendencia: Dolores y Antonio, ambos con el mismo apellido artístico, Agujetas, son dos de los que han defendido esta estética con más hueso que música, aunque solo ella esté presente en las principales programaciones. Su arte, quiero decir, permanece vivo: en sus sobrinos y admiradores. Por donde la sangre riega.

El primer álbum que publicó causó un fuerte impacto: 'Viejo cante jondo' (1970), producido por Manuel Ríos Ruiz . Como su llegada al país nipón, donde intuyo a los presentes con ojos de escándalo y duda. «Demasiado puro», decía El Chocolate , otra voz hecha de dolor pegado con cadmio y añicos. Pero, en realidad, sumamente atemporal, pues no encontramos en las grabaciones históricas demasiados precedentes. Grande fue el escándalo cuando el investigador Fautino Nuñez dijo que más antiguo le sonaba Morente, que era sumamente oriental.

Estamos, por tanto, ante un salvaje a lenguas de cualquier contexto . Arenga de fantasía y rabia que fue entregando, pieza a pieza, verso a verso, las diferentes costuras de su herida, extensa como la del poema de Miguel Hernández. Actuó en tablaos y festivales, participó en la película 'Flamenco' de Carlos Saura y giró por el mundo manchado siempre de noctambulidad y madrugada. Al final de su vida, no salía en los fines de fiesta de los espectáculos junto a sus compañeros. No habría, quizá, nada que festejar en el interior de ese gitano en el que convivían el hombre y el personaje como en una moneda que gira sobre su propio eje: haciéndose una única cara de tanto rodar. Tras su estela tanteo a ciegas las cosas que ha dejado: humo y grito. Un símbolo nunca antes visto al reverso de casi todo lo que se nos ocurra. Ácrata, mágico, doliente. Creador de una figura que terminó por trascender el cante.

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