Luis del Val - CAFÉ CON NEUROSIS
Adiós a Tico Medina, el contador de historias
Los grandes pioneros, como Tico Medina, marcaban el paso que nos permitió cruzar el río de la dictadura para llegar a la ribera de la libertad
Tico Medina comenzó a crecer hasta ser muy grande en el diario 'Pueblo'. Eso no fue nada excepcional, porque les sucedió lo mismo a Antonio D. Olano, José María Carrascal, Jesús Hermida, Raúl del Pozo, José María García, José Luis Balbín y Jesús María Amilibia, que yo recuerde ahora mismo. El director de 'Pueblo' tenía un olfato especial para intuir quién podía ser un buen periodista, y lo fichaba. Gracias a ellos un periódico de tarde, en un país que era perezoso para leer la prensa de la mañana, se convirtió en el tercer periódico más leído de España, detrás de ABC y La Vanguardia.
Fue tal el éxito que Emilio Romero decidió abrir delegaciones, una de ellas en Aragón. Y allí cayó un provinciano de veinte años recién cumplidos, que se enteró de que vendrían a Zaragoza «dos de los grandes de Madrid», el fotógrafo Enrique Verdugo y el reportero Tico Medina, que debía de andar recién cumplidos los treinta. Y Tico Medina, a la edad en que muchos todavía estaríamos en el aprendizaje, nos enseñó que lo que hay justo a nuestro lado es interesante si sabemos contarlo bien. Y personajes y circunstancias, que a los provincianos nos parecían vulgares y cotidianos, Tico Media los convirtió en reportajes que se publicaban en la edición nacional.
Confieso que no sé qué me deslumbraron más si las fotografías de Enrique Verdugo, o el texto de Tico Medina, donde contaba una historia, que era cierta, pero que la adornaba con una manera que estaba lejos de la frialdad de la redacción de noticias.
Y allá, por el decenio de los sesenta del siglo pasado, descubrí que lo importante, además del escrupuloso respeto a los hechos, consiste en saber contar una historia. Tico Medina fue siempre un gran contador de historias. Y, lo que es fundamental, que la historia siempre la protagoniza una persona, y esa persona tiene sus lecturas, sus matices, sus verdades y sus mentiras. Y le daba igual que el personaje fuera un totalitario fascista, como Somoza, o un totalitario marxista, como Fidel Castro, o un John Lennon, en la cima de la fama mundial de Los Beatles.
Creo que es el único periodista que se ha desenvuelto con la misma facilidad en la radio, en la televisión y en la prensa. Se adaptaba con camaleónica habilidad, sin dejar de lado nunca su peculiar manera de contador de historias.
Confieso que a mí me gustó siempre más el Tico Medina de la Galaxia Gutemberg, porque allí su lírica andaluza se manifestaba sin censuras y sin preocupaciones. Buena prueba de ello son las crónicas hispanoamericanas publicadas en ABC, donde lo elegíaco o lo risueño se sucedían en un rosario de metáforas que nunca llegaban a las orillas de lo cursi, y que emocionaban y nos impulsaban a viajar a la otra orilla del Atlántico.
En 2018, los premios '¡Bravo!', que concede la Conferencia Episcopal, me hermanaron, entre otros, con Tico Medina. Esa vecindad me hizo recordar al treintañero periodista que conocí en Zaragoza y que a esa edad era ya un maestro en contar historias. Fue el premio que recuerdo con más emoción, porque me permitió revivir aquellos años de linotipia y plomo, de censura y arabesco, donde los grandes pioneros, como Tico Medina, marcaban el paso que nos permitió cruzar el río de la dictadura para llegar a la ribera de la libertad. Gracias, Tico.