Obituario
Lugán, el arte-máquina
Lugán aportará al arte una dimensión tecnológica, que era pionera en Europa
Antes de convertirse en el gran artista de las máquinas, Lugán (Luis García Núñez, 1929-2021) había evolucionado hacia una espléndida figuración geométrica, que se hizo completamente abstracta en los primeros años 60. Tras fundar el Grupo Castilla 63 con Elena Asins, Julio Plaza y Julián Gil, se incorporó, a finales del 1966, a la Cooperativa de Producción Artística y Artesana, que fundé con los hermanos Quejido y Herminio Molero. Lugán aportará entonces al arte una dimensión tecnológica, que era pionera en Europa. Su propósito consistía en transformar piezas electromecánicas en obras de arte y por esa vía tender un puente entre la actividad sensorial y los mecanismos, a fin de que los sentidos pasasen a ser portadores estéticos y dinamizadores sociales.
En 1984 declara que las tendencias que más han influido en su arte «han sido el constructivismo y el dadaísmo. De la primera he recibido el rigor y la racionalización esquemática del proceso creador; del segundo, la ironía y el sentido crítico», de forma que el espectador participe en la obra como en un juego. Lugán, que trabajaba en la Compañía Telefónica, transformaba así la seriedad de su profesionalidad técnica en un juego creativo en el que los aparatos eléctricos y sus peculiares formas y materiales jugaban con los sentidos.
Por ser esa la gran aportación de Lugán, le dediqué en 1973 un poema visual, en el que le situaba en la tradición de Leonardo da Vinci, que pretendió hacer con su pintura un ‘ojo artificial e inventivo’, y de Marcel Duchamp, que rompió el ojo en el espejo... Lugán trataba de ir más allá, sacando la pintura fuera del imperio del ojo. Ese designio explica que colaborase desde 1968 con músicos como Agustín González Acilu y Tomás Marco, en obras que integraban sonido, movimiento, luz, forma y color.
Lugán se unió al grupo de artistas-investigadores que se reunía en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid dentro del seminario Generación Automática de Formas Plásticas (1968-1973), que coordiné en 1969. De esa relación surgirán nuevas perspectivas estéticas. A fin de hacer participar al espectador en la obra de arte, Lugán hace una serie de esculturas elaboradas de forma que, al acercarse el espectador, generen ritmos musicales o respondan a las preguntas con sonidos.
Siguiendo esta vía técnico-lúdica Lugán participa en los Encuentros de Pamplona (1972) colocando sobre postes, árboles y farolas teléfonos que estaban intercomunicados de forma aleatoria y permitían escuchar mensajes grabados y música...
Cuando hace unos años lo visité en su estudio-taller me obsequió con un papel que reproducía lo que Cirlot dice sobre la mano en su ‘Diccionario de símbolos’. Lugán trataba de comunicarme la importancia que la mano tiene en su obra. Su famosa Mano térmica –mano de metal que, al ser tocada, se siente como si fuera una mano de carne y hueso– se veía en diferentes rincones del taller.
Cuando me despedí, mientras con una mano estrechaba la mano del artista, le miré a los ojos con una expresión que quería decir:
—Aquí, Lugán, aquí es donde está la clave.