Karina Sainz Borgo
La primera muerte ocurre en el lenguaje
«Los que han presenciado y padecido la implantación de un régimen autoritario saben muy bien la importancia que adquiere el lenguaje», dice la escritora y periodista venezolana
Para quien ha vivido una demolición, toda grieta es un aviso. No se trata de convertir la experiencia propia en teorema, pero las evidencias aportan certezas. Los que han presenciado y padecido la implantación de un régimen autoritario saben muy bien la importancia que adquiere el lenguaje: es el lugar de la primera muerte.
Las palabras segregan . Preparan el barrial al que irán a parar los oponentes convertidos en humillados y activan la lógica de los bandos: el facha y el rojo, el revolucionario y el contrarrevolucionario. Las palabras convierten la convivencia en combate y nos entrenan para una batalla que irá librándose en el tiempo. No hay espacio de la vida al que no lleguen. Actúan como una fuerza de ocupación .
No todo el mundo puede usar un revólver, pero sí las palabras. Por ese motivo a cada ciudadano se le entrega un racimo de ellas, por lo general rellenas con un nuevo significado cuyo fin es generar la absorción de una idea, por lo general simple. Nada nunca ocurre de golpe. El uso machacón de un término peyorativo o ambiguo acaba en asimilación, hasta convertir en normal algo que no lo es.
Que la palabra bulo ruede hoy en España forma parte de una operación parecida. Se trata de inocular la idea de que los medios mienten , para vacunar a la población. Al travestir la verdad en relato se funda una nueva realidad que no se puede comparar y acaba dándose por buena. Así, el ladrón queda convertido en libertario, la víctima en culpable y la verdad en utilería. La pasión por silenciar y confundir es tan antigua porque sus resultados son irreversibles y duraderos. Escritores que han padecido procesos como el Apartheid han sido capaces de identificarlo con la claridad con la que lo hizo Doris Lessing en su ensayo La cárceles que elegimos (Lumen): la primera tarea de quien ejerce el poder es la degradación del lenguaje, la segunda es la repetición y la tercera el recurso del eslogan, reducir ideas complejas a una fórmula verbal simple. Vuelve ahora la vieja receta, servida en nuevas y relumbrantes cucharadas soperas.