Los judíos que huyeron a la España de Franco en la Segunda Guerra Mundial
Una exposición en el Centro Sefarad-Israel recuerda la peripecia de los 15.000 perseguidos que cruzaron los Pirineos para escapar del nazismo
Los hermanos Léon y Adolphe Ekman nacieron en 1923 y 1925 en Lens, una localidad del norte de Francia cercana a la frontera con Bélgica. Hijos de una familia judía de origen polaco asentada allí desde la Primera Guerra Mundial, los jóvenes conocieron muy pronto los estragos de la Segunda, cuando el Ejército de la Alemania nazi infligió una derrota humillante y traumática a la Tercera República. «Es con el corazón encogido -confesó el 17 de junio de 1940 el mariscal Pétain a sus conciudadanos- que os digo hoy que hay que terminar los combates». El militar acababa de asumir el puesto de presidente del Consejo, desde donde impulsó la firma de un armisticio con Berlín por el que Francia quedó partida en dos: en una zona ocupada, gestionada por los alemanes, y en otra no ocupada, administrado por los franceses. Los Ekman decidieron trasladarse a territorio no ocupado, en la mitad sur del país, donde la persecución a los judíos era más suave que en el norte. Asentados en Toulouse, el padre, llamado Arie y superado por los acontecimientos, se hundió en la depresión y murió. Léon y Adolphe optaron por revolverse y se enrolaron en la Resistencia, ayudando a otros judíos a cruzar a España, neutral en el conflicto, a través de los Pirineos. Ellos mismos terminaron huyendo por esa cadena de montañas, aventurándose por un camino frío, arriesgado y sin garantías.
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La peripecia de los Ekman solo fue una de las miles que se produjeron en los Pirineos durante la Segunda Guerra Mundial. En « Perseguidos y salvados », una exposición impulsada por la Diputación de Lleida y que ahora se puede visitar en el Centro Sefarad-Israel de Madrid, el comisario e historiador Josep Calvet , que lleva años investigando estos hechos, revela los secretos de la huida de unos 15.000 judíos por varias rutas a través de unas montañas que también hacen de frontera entre Francia y España. La muestra comienza explicando las fechas que pusieron en marcha la persecución de la Alemania nazi, desgranando dos momentos clave: en primer lugar, las leyes de Núremberg , que privaron a los judíos de la ciudadanía alemana y fueron aprobadas en septiembre de 1935; y, en segundo, la noche de los cristales rotos , cuando, en noviembre de 1938, se sabotearon tiendas y sinagogas judías, dejando un rastro de 2.000 muertos. Al año siguiente, con el inicio de la contienda y la expansión del nazismo por Europa, España, Portugal y Suiza, tierras neutrales, se convirtieron en los principales destinos de los judíos que decidieron marcharse antes de ser asesinados. Sobre todo los dos primeros países, ya que, como explicó Calvet a ABC, «Suecia estaba rodeada por los combates y Suiza no tenía salida al mar. Solo en España y Portugal había conexión marítima con África, Reino Unido o Estados Unidos».
Viaje dramático
El cruce por los Pirineos «era un viaje épico y dramático, con gente que murió intentando pasar y otra que sufrió congelaciones, y a la que tuvieron que amputar miembros», recordaba el historiador el pasado martes, durante una visita a la exposición, inaugurada ese día. Así, y aunque el trayecto nunca resultó sencillo, la dificultad para llevarlo a cabo osciló con la guerra, y sobre todo con las relaciones exteriores, y los intereses, del régimen de Franco. «El embajador alemán en Madrid presionaba para que España impermeabilizara los Pirineos. Había mucha policía para evitar que entrara gente. Pero poco a poco, con la evolución de la contienda, y aunque parte del Gobierno tenía simpatías por el Eje, el franquismo se fue haciendo más receptivo a las peticiones de los Aliados». De hecho, tras la partición de Francia, Madrid acordó con el régimen del general Pétain, afín a Berlín, que toda persona detenida a 5 kilómetros de los Pirineos fuera devuelta al otro lado de la frontera. Esa medida apenas fue aplicada, pero adquirió una peligrosidad dramática a partir de noviembre de 1942, cuando los nazis entraron en la zona no ocupada. Entonces, «el que era expulsado podía ser enviado al campo de concentración de Drancy», tristemente célebre por la redada del Velódromo de Invierno, uno de los peores episodios de Holocausto, «y de Drancy al este», es decir, a Auschwitz, a la muerte. Pero, tras la derrota de Alemania en la batalla de Stalingrado, en febrero de 1943, Madrid dio una palmada en el hombro a sus antiguos amigos y se alejó del Eje. Las devoluciones acabaron.
El riesgo que asumieron los guías, algunos por dinero y otros por alarde de humanidad, fue el que hizo posible que los judíos lograran alcanzar España. Contrabandistas, republicanos españoles o miembros de la Resistencia, junto a los vecinos de los Pirineos, participaron en esa gesta. La vista gorda de algunos policías fronterizos también fue clave. Dice el filósofo francés Martin Legros que heroico es el acto en el que se pone en juego la vida por algo que le otorga sentido y valor. Eso fue lo que los Ekman, y otros , hicieron durante la guerra.