Juan Gómez-Jurado - Diario de la epidemia

Día 3: Invasión alienígena

Juan Gómez-Jurado

Son las doce del mediodía y mi mujer y yo estamos trabajando, cada uno en nuestro despacho. A mí, menos disciplinado que ella, me cuesta concentrarme en la revisión de la novela. De pronto, suena el telefonillo. A esta casa solían llamar de media cuatro mensajeros al día, cada uno de ellos trayendo uno o varios sobres con novedades editoriales. Ya no. El zumbido áspero suena a intromisión y amenaza. Mi mujer y yo nos miramos desde ambos lados del pasillo, y luego al aparato, que vuelve a sonar. Descuelgo.

-Traen el microondas.

El microondas, olvidado ya, que habíamos pedido hace veinte días. Hace una eternidad, en un mundo distinto. No me queda más remedio que abrirles.

Dos hombres altos, protegidos por chubasqueros y mascarillas, entran en casa. Abro la puerta y retrocedo varios metros, indicándoles la dirección de la cocina. No les ofrezco agua, ni café. No soy yo mismo. Tampoco ellos, supongo. Ninguno queremos lo que está pasando, pero no podemos evitarlo. Una incomodidad desagradable flota en el ambiente, tan peligrosa como la peor de las enfermedades. Ellos ven mi hogar como un posible foco de infección, y yo a ellos como portadores de patógenos. Cuando me despido de ellos -desde el pasillo- lo hago con un «que estéis bien». Dudo que me hayan escuchado, mientras trotaban escaleras abajo, de vuelta hacia el aire libre.

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