Juan Gómez-Jurado - Diario de una pandemia

Día 60: los poyetes

Siempre que pasaba delante de la tiendecita del polaco la miraba con desprecio. Es uno de esos bazares de alimentación que, sobre todo, viven de cuatro o cinco borrachuzos que se apostan en los poyetes de los grandes ventanales de la tienda y consumen una tras otra latas de cerveza. Dichos poyetes siempre estaban llenos de esas latas vacías y yo siempre pensaba si esos tipos no eran, al menos, capaces de tirarlas en un contenedor una vez se las bebían.

Pero el rechazo se convirtió en curiosidad cuando, en los días en los que sólo se podía ir a comprar, los borrachos no estaban, pero las latas sí. Así que ayer, aprovechando que aún está abierto durante la hora del paseo, entré a comprarle un aguacate y aproveché para preguntarle por qué siempre hay latas en sus alféizares.

«Los dejo ahí para que sepan que pueden quedarse fuera bebiendo, por la noche los meto dentro y los coloco cada mañana, para ellos funciona como un reclamo, el pollete se convierte en su barra y las latas en el anuncio de que aquí las vendemos fresquitas», me dijo.

Ahora siempre que pase pensaré: «Aquí trabaja un genio del marketing indirecto que sabe dar el mensaje exacto sin hacer el ridículo». Aprended, clase política española.

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