Juan Gómez Jurado - Diario de una epidemia
Día 54: Hacer girar el mundo
Llamo por videoconferencia a mi buen amigo Manuel Soutiño . Atento observador de lo cotidiano, Manuel me cuenta que en Vigo vivía hasta hace poco un curioso personaje. El hombre, delgado, calvo y harapiento, se colocaba en una concurrida y céntrica esquina y apoyaba las manos contra la pared, empujando con todas sus fuerzas durante horas. Los transeúntes se quedaban asombrados al verle, pero se asombraban más al preguntarle qué hacía. «Estoy haciendo girar el mundo», respondía el empujador. Muchos jóvenes que volvían de fiesta se unían al hombre en su empeño durante un rato, para aliviarle un poco tan titánico esfuerzo. La pregunta clave, por supuesto, era por qué se empeñaba en hacer girar el mundo. El hombre respondía: «Porque si dejo de empujar nos caemos todos al espacio. Por la fuerza centrífuga, hombre». Y te miraba con estupor, como si fueras un ignorante. Meneaba la cabeza y empujaba más fuerte aún.
No sé si les recuerda a ustedes a alguien. A mí, desde luego, sí.