Juan Gómez-Jurado - Diario de una epidemia
Día 17: honestidad
«Diógenes de día buscaba hombres honestos con una lámpara encendida. No encuentro ni un ápice de honestidad en la política»
Cuentan de Diógenes que vivía en una tinaja, pues había convertido la pobreza extrema en la mayor de las virtudes. Dicen por todas pertenencias tenía un zurrón, un manto —que debía ir dentro del zurrón—, un báculo y un cuenco. De este último se deshizo después de ver a un niño bebiendo con las manos. De día buscaba hombres honestos con una lámpara encendida. No encuentro ni un ápice de honestidad en la política —lugar donde nunca abundó, por otro lado—. Pero ahora falta cada día más en los ámbitos de la sociedad donde debía estar o se presuponía.
Aquellos cuyo discurso era la destrucción de lo público, se han dado cuenta de lo poco popular que es en estos tiempos su discurso, así que han cambiado radicalmente. Ahora se centran en insistir que ellos ya lo vieron venir, profetas del día después. De esos ultraliberales de baratillo que a la primera décima de fiebre corren a Urgencias, solo pido un poco de coherencia. Que Diógenes me preste el candil. Pero no había en Atenas suficiente aceite para tan infructuosa búsqueda.