Juan Gómez-Jurado - Diario de la epidemia
Día 16: redomingo
«No tengo asuntos a los que dirigirme, ni el corazón alcanza a asomarse, prisionero bajo esta pesada y húmeda manta de melancolía»
«Odio los domingos. Hay una melancolía extraña que se instala en el cuerpo después de comer y va echando raíces cuesta abajo, hasta engancharse en el alma y extraerte la alegría». Así comenzaba hace catorce días mi entrada en este diario. Hoy me he dado cuenta, con gran pesar, de que aún puede existir una mayor desazón, que hay subsótanos en la desesperación de la quietud extrema. Cuento el tiempo en autobuses, que pasan vacíos, cada diecinueve minutos exactos.
Leo a Miguel Hernández: «Un manotazo duro, un golpe helado / un hachazo invisible y homicida / un empujón brutal te ha derribado / Ando sobre rastrojos de difuntos / y sin calor de nadie y sin consuelo / voy de mi corazón a mis asuntos». Salvo que no tengo asuntos a los que dirigirme, ni el corazón alcanza a asomarse, prisionero bajo esta pesada y húmeda manta de melancolía. De pronto el silencio se ve roto por los aplausos que ayer me parecían vacíos. Cierro los ojos, abro las ventanas, sediento del ruido. Qué confuso y contradictorio, qué frágil que me siento.