Juan Gómez-Jurado - Diario de una epidemia

Día 8: distancia imposible

Tenemos los primeros positivos en la familia: tres personas, dos de ellas con síntomas leves, la otra con un cuadro más complicado

Suena el teléfono. Lo coge un familiar. La conversación es larga, más de quince minutos. Desde otra habitación percibo la tensión. Hay más llamadas, que se alargan durante otra hora. Finalmente me dicen lo que me temía. Tenemos los primeros positivos en la familia . Tres personas, dos de ellas con síntomas leves, la otra con un cuadro más complicado. Durante un buen rato no somos capaces de hablar, ni siquiera de pensar con claridad. Todo lo que piden el cuerpo, el alma y la decencia en una situación en la que alguno de tus familiares tiene un problema es correr a su lado.

Hacer algo. Preparar comida, encargarse de los medicamentos, ayudar de cualquier forma. Y, si eso no sirviera, al menos acompañar. Pero resulta que eso tampoco es posible. Nada lo es. Sólo podemos hablar por teléfono, a pesar de que estamos a mil doscientos once metros de ellos. Una distancia que normalmente podríamos hacer andando en quince minutos. Una distancia que ahora es la de la Tierra al Sol.

No podemos acudir a ofrecer consuelo , ni un abrazo . No podemos más que esperar a que avancen los acontecimientos, cruzando los dedos y esperando. Esperando mientras la ansiedad cubre nuestra alma y nuestro ánimo como un moho verdoso. No cenamos, nos limitamos a tomar un vaso de leche con unas galletas y a intentar hablar de cosas que pudieran tranquilizarnos. Pero en cada momento volvíamos a lo mismo. ¿Y sí? Y, entonces, ¿qué hacemos?

Noticias relacionadas

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación