Dia 6: pequeñas victorias

Me gusta cocinar. No sé hacer muchas cosas, pero hay algo que tiene que ver con la preparación de los alimentos que me relaja mucho. En estos días estoy cocinando mucho más que antes. He buscado nuevas recetas, con enorme frustración, porque casi todas ellas piden ingredientes que no son fáciles de conseguir en estas circunstancias. Acabo regresando a la crema de verduras.

Calentar el aceite, pelar y pinchar los ajos, picar la cebolla para el sofrito. Después pelar las verduras, trocearlas. Echarlas a la olla cuando la cebolla está bien pochada, subir el fuego, añadir el caldo. Llevarlo a ebullición. Son pautas, esquemas, reglas que introducen orden en el caos extraordinario del exterior. Mientras los alimentos continúan haciéndose a fuego lento, yo intento trabajar. El aroma del guiso se extiende por la casa, provocando algún comentario de la familia. Hay una sensación de hogar, de certeza. Cuando acaba la comida, friego la olla a mano, con cuidado de dejarla impecable. Incluso la seco con paciencia, algo que antes nunca hubiera hecho. Me doy cuenta de que necesito acciones sencillas que produzcan resultados inmediatos. Para mí, que estoy acostumbrado a lo contrario, a dejar bullir en mi interior las novelas, a dejar que crezcan para que en el plazo de dos años se publiquen, este estado de ánimo es contraproducente. Pero es la nueva realidad. Vivir al día, alegrándose de pequeñas victorias, sin certidumbre alguna que no provenga del instante siguiente. No sé qué significa, ni tampoco importa. Estoy demasiado atareado pensando en la cena.