Juan Gómez-Jurado - Diario de una epidemia

Día 4: hiperconsciencia

«Puedo sentir sobre la yema de los dedos una presencia, allí donde mi piel ha entrado en contacto con algo que han tocado otros»

Juan Gómez-Jurado

Voy a la farmacia a por una medicación para la alergia. No bajo a la ligera, con un alegre «enseguida vuelvo». No hay cabida para la ligereza en nuestro nuevo universo. Llamo para asegurarme de que tienen la medicación. Compruebo que la app para pagar con tarjeta se abre con normalidad: no quiero usar dinero en metálico. Cojo las llaves, para no tocar el telefonillo a la vuelta. Antes de abrir, pego la oreja a la puerta para cerciorarme de que no hay nadie bajando por la escalera. Las manos, en los bolsillos. Saco la izquierda para abrir la puerta del portal, y desde ese momento queda marcada. Puedo sentir sobre la yema de los dedos una presencia, allí donde mi piel ha entrado en contacto con algo que han tocado otros. Uso la articulación del pulgar de la derecha para subirme las gafas cuando me resbalan por la punta de la nariz. Al llegar a la farmacia, empleo de nuevo la izquierda para abrir la puerta. La farmacéutica ha improvisado una barricada delante del mostrador, con dos ficus y un cartel, tumbado, de autobronceador. Me alarga la medicación empleando toda la longitud de su brazo, y yo debo hacer lo mismo. Deshago el camino. Me lavo las manos con jabón y agua muy caliente durante casi un minuto. Noto la piel tan cuarteada como mi sentido de la realidad.

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