Juan Gómez-Jurado - Diario de una epidemia

Día 11: a ciegas

«Me imagino a un imbécil en su casa, aburrido, escribiendo esa patochada. Con la intención de salir del tedio o de causar dolor»

Si esta crisis que vivimos fuese otra, lo que haría sería lanzarme a la calle, visitar los hospitales, ver con mis propios ojos lo que está pasando. No puedo. Dependo, como usted, de lo que me llega por fuentes electrónicas. Casi siempre, de segunda mano. Información sesgada muchas veces, interesada otras. Lo que aflora en cualquier medio viral -nótese la ironía- es lo más perjudicial y dañino para el sistema. Para que cale, el mensaje tiene que tener una dosis de verdad, una parte de alarma, un toque sensacionalista. Estar escrito de forma casual, pero con apariencia de oficialidad. El viral, la fake new, es, en sí mismo, una forma de arte.

Leo los que aterrizan en mi Whatsapp -donde mueren, sin excepción- y me imagino a un imbécil en su casa, aburrido, escribiendo esa patochada. Con la intención de salir del tedio o de causar dolor. Pero con el talento suficiente como para producirlo. Dañino e ingenioso. Como un virus. Ante él, miles de incautos comparten esa información, desvalidos. Reenviar, reenviar, reenviar. No vaya a ser verdad.

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