Vidas de abc

José Juan Cadenas, el periodista del cuplé

Fue corresponsal de ABC en ciudades como Londres o París y empresario teatral; su gran amor fue Consuelo Vello, «La Fornarina»

José Juan Cadenas ABC

Mari Pau Domínguez

Teatro Reina Victoria, Carrera de San Jerónimo, Madrid, noche del 10 de junio de 1916. Los Reyes de España, Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia , en cuyo honor se ha puesto el nombre al teatro que esta noche se inaugura, irrumpen en el palco principal rodeados de un impresionante silencio que enseguida es roto por los aplausos del numeroso público. Sus Majestades se fijan en la impresionante claraboya situada en la bóveda del patio de butacas, que se abre dejando que sobre el teatro caiga el nocturno cielo de Madrid.

La tapicería del teatro se ha elaborado, al completo, nada menos que en la Real Fábrica de Tapices : el bambalinón del escenario, los bastidores y el impresionante telón de boca que sube majestuoso para dejar ver el gran escenario en el que se representa «El capricho de las damas», de Blasco Soler y Asensio Mas . Desde uno de los treinta y dos palcos que tiene el local, un hombre alto, corpulento, de discreto bigote y expresión socarrona y bondadosa, se asoma en un extremo para contemplar lo que está ocurriendo. Es el periodista y dramaturgo José Juan Cadenas , el empresario que se va a encargar de la gestión de esta nueva sala teatral.

Ha introducido en España la revista ligera y la opereta extranjera, traducidas y adaptadas al espectador español. Es curioso, por su aspecto de caballero a la antigua usanza y su físico de hombre clásico, nadie diría que esconde un derroche de modernidad que le ha permitido innovar en los escenarios. Los espectáculos que ha visto en París, Viena o Roma, impensables en la España alfonsina , recalan aquí con una natural revolución que nadie más que Cadenas podría conseguir con tanto acierto y éxito.

El amor de una diva

Consuelo Vello, «La Fornarina»

La primera función de este nuevo teatro ha finalizado. Los monarcas aplauden entusiasmados. El público les sigue. Pepe Cadenas se siente satisfecho pero ningún triunfo puede aliviarle la pena que lleva en el corazón. Esta noche la echa tanto de menos… Hoy hace exactamente un año y casi un mes que su amada Consuelito lo abandonó, a él y al mundo. No tenía más de treinta años y resultaba tan dolorosamente hermosa… Consuelo Vello, «La Fornarina» , era una de las artistas de varietés más aclamadas de la época. Y todo se lo debía a él. Vivieron el fuego y la pasión en una turbulenta relación sentimental que duró los años que la enfermedad le permitió a ella vivir. Su amor fue un continuo viaje de ida y vuelta que los ataba sin remedio aun en los períodos de voluntaria separación. Los celos y las tempestades, que Pepe traducía en creatividad a la hora de escribir , precedían a la dulce calma de las reconciliaciones. Y vuelta a empezar.

Quienes desfilan ya hacia la salida del teatro lo creen aturdido, esta noche, por tantas felicitaciones. Sin embargo lo que lo ofusca no es el éxito presente sino los recuerdos. La añoranza. Sobre todo París, que es más que un recuerdo. Aquellos años como corresponsal para el diario ABC le servían también para pulir el diamante de su vida, porque así llamaba a Consuelo, «mi joya». Tenía doce años más que ella y la educó como si acabara de llegar al mundo. Le enseñó buenos modales en la mesa, a desenvolverse en sociedad, apuntes básicos de Historia y a hablar francés, inglés e italiano. Eran buenos tiempos en los que a Cadenas le gustaba reunirse en el Café de Madrid, ubicado en el barrio de Montmartre, con artistas españoles como el músico Quinito Valverde o «La Mistinguette» , y siempre del brazo de su Consuelito. Cadenas había escrito la letra de la canción Clavelitos, a la que Valverde puso música y «La Fornarina» inmortalizó con una sensual interpretación.

Hoy recuerda cómo vestía la noche en la que pisó de nuevo un escenario madrileño después de que Pepe le consiguiera un debut por todo lo alto en París, con aquel maravilloso traje de noche, de raso blanco bordado de perlas, digno de cualquier joven duquesa. La aristocracia madrileña admiró y aplaudió la jubilosa frivolidad de aquel ser adorable y provocador que mostraba la palidez de su piel sin pudor mientras iba soltando, como si desgranara las cuentas de un collar, las frases de canciones que Cadenas componía para ella. « Moriré con un cuplé tuyo en mi boca », le dijo Consuelo un día, y él creyó fundirse con el cielo de emoción. El cielo que ahora desaparece al cerrarse la bóveda móvil del Reina Victoria una vez terminada la representación.

Una biblioteca única

Madrid, 13 de agosto de 1947 . Domicilio de José Juan Cadenas, calle del Marqués de Valdeiglesias, 6, Madrid. Durante años, cada vez que Pepe llegaba cansado de la calle, iba directamente a la biblioteca, tan impresionante que sin duda es una de las mejores de todo Madrid, y se dejaba caer en su sillón. Entonces exclamaba: «¡Qué bien me encuentro aquí!», y podía pasarse horas leyendo. Pero eso era antes. Ya hace tiempo que apenas sale, los casi setenta y cinco años hacen mella, aunque sólo en el cuerpo porque a lucidez no le gana nadie.

Vive con sus hermanas, Paz y Elisa , y un gato que lleva años en la familia. Hoy hace mucho calor.

-Anda, Paz, vente conmigo. Me encanta deleitarme con los lomos de tantos libros y pensar lo que llevan dentro.

Después de decir eso, Pepe calla y da un paseo por la extensa biblioteca junto a su hermana, sin pronunciar más palabra, únicamente mirando los libros como si quisiera alargar la vida y el tiempo gracias a la sabiduría contenida en los volúmenes dispuestos en los estantes anclados a la pared.

Al día siguiente, jueves 14, sentado en su sillón del rincón favorito de la biblioteca, lee el periódico, el ABC, con su gato negro subido al hombro , «venga, vamos a leer los dos, como siempre», le dice. Paz y Elisa lo acompañan, la primera tomando un café sentada en un pequeño sofá, mientras Elisa ordena algunos volúmenes de obras teatrales de la librería. Las hay escritas en inglés, alemán, italiano, portugués… Y, por supuesto, en francés.

Es muy temprano, las siete y media de la mañana, y el sol se filtra entre los pesados cortinajes que ocultan amplios ventanales.

-Sólo en París he visto un sol como el de Madrid -comenta Pepe sin despegar la mirada del diario.

Pero inesperadamente el tiempo se detiene en el mismo instante en que lo hace el corazón de Cadenas . El periódico resbala hasta el suelo y él queda medio recostado en el sillón con un quiebro extraño. El gato ha lanzado un maullido, un grito que choca en el aire con el pánico de Elisa y Paz.

-Su corazón ha sufrido mucho, no ha podido resistir más -sentencia el médico que ha venido de urgencia.

-No sabe usted bien lo que ha sufrido, pero no de ahora… -dice Elisa dedicando una mirada cómplice a Paz entre lágrimas.

El diagnóstico de la muerte es una miocarditis . Las dos hermanas lloran apagadas y vencidas por una realidad que no desearían que estuviera produciéndose.

El periódico que tan ligado estuvo a la vida del hermano le dedicaría, con motivo de su muerte, uno de los mejores tributos que se le puede rendir a quien se ha querido: « Se ha marchado José Juan Cadenas para el último viaje. Su muerte deja en la colaboración de ABC un vacío difícil de llenar». Tan difícil de llenar como el que había dejado en él la bella Consuelo hasta el último de sus días.

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