Joaquín Güell: «Sobre Plácido: lo que no es amenaza física es transacción»

Ha sido banquero de inversión, directivo de medios de comunicación y es inversor financiero

Joaquín Güell ABC
Salvador Sostres

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—No me creo que le guste la vacación.

—La vacación oscila entre Jacques Tati y Marcel Proust. Hay que administrar las dosis. Yo voy a los lugares que no puedo elegir. Mi Combray es Durango y mi Balbec, Comillas.

—Jordi Basté dice que el fracaso de un matrimonio no ha de implicar la destrucción de la familia.

—Las familias siempre perduran y no creo que un matrimonio que dure más de 10 años y que haya dado momentos maravillosos, hijos, casas, ambientes y amistades pueda decirse que ha fracasado. Me gusta John Updike cuando dice: «Mi primer matrimonio fue un éxito».

—Casaremos a las niñas.

—Pero seguramente no lo haremos ya con la ilusión de que dure para siempre.

—Usted pocas veces ha perdido la calma pero nunca la educación.

—La educación es el último dique de contención. Casi todo de lo que te arrepientes podría haberse evitado con educación.

—Estudió en Aula y en Harvard y procede de una gran familia. ¿Qué educación le ha influenciado más?

—Las raíces me las dio mi familia y las alas, Harvard. Aula me educó en la disciplina. También estudié en Sciences Po, donde se forma la élite francesa. Me fue bien para bajar los humos del recién llegado. En mi primera intervención, el profesor me contestó: «Lo que ha dicho es cierto pero no tiene ningún interés».

—Si usted no hubiera sido alguien, todo esto no le habría servido de nada.

—La fuerza de la personalidad, de la inteligencia, del talento y hasta los prejuicios tienen que entrar en tensión con la educación. Sin esta tensión, cualquier educación puede ser castradora.

—Garci dice que la suerte es más importante que el talento.

—Eso es una coquetería. Lo dicen los que han triunfado para hacerse perdonar, y seguramente hacen bien. Lo significativo es el talento, y el esfuerzo, porque lo que importa no es el resultado, y por lo tanto la suerte es irrelevante.

—Somos el centro.

—Las cosas dependen de ti. Proyectas tú. Influyes en lo que pasa. Cuando estás pletórico, hasta los aviones salen en hora.

—Harvard.

—Una cosa es Harvard como universidad y otra como postgrado. En el Harvard universidad entras casi virgen y en el postgrado, casi casado. Yo fui a la universidad, de los 18 a los 22 años, y fueron mis años más decisivos e interesantes.

—Entrar en Harvard.

—Nadie debería ir a Harvard para demostrar que puede. Yo entrevisto a candidatos y a veces uno es perfecto pero lo descarto porque no tiene nada especial.

—¿Qué tiene usted de especial?

—Desde pequeño sabía qué hacer para ser el favorito del profesor. Me interesaba mucho más seducir que aprender. No fui un niño ingenuo. Sabía dónde estaba la herida e iba a por ella. Era el camino más fácil para mí. Se me daba muy bien.

—Usted pudo ser mi dueño.

—Por suerte para ambos no pudo ser. Dediqué 9 años a los medios. Conocí de cerca el periodismo y la política. Gestionamos Recoletos y lo vendimos a RCS (propietario de «El Mundo»), justo antes de la crisis. Fue una buena operación, pero cerré una etapa que echo de menos.

—Cuando éramos los mejores.

—Nunca nada es peor que antes, ni los medios, ni la política, ni la educación. Es absurda, y falsa, esa nostalgia.

—Antes ganábamos dinero.

—El buen periodista se ganará la vida de otras formas. Lo que le paga el «Financial Times» a Martin Wolf no es más de un diez por ciento de sus ingresos: el resto lo gana en asesorías y conferencias.

—Capital privado.

—Los fondos de capital privado se dedican a comprar compañías, a tratar de mejorarlas y a venderlas. Pese a las críticas, somos mejores propietarios que la bolsa, que a menudo opera como si no no tuviera dueño.

—Brexit.

—Genera incertidumbre y recesión pero a largo plazo, lo que se establezca a cambio de lo que ahora hay, será tan parecido que apenas se notará la diferencia. Afortunadamente la globalización es imparable.

—España.

—A pesar del panorama tan convulso, puedo decirle lo que pasará en los próximos 20 años sin temor a equivocarme: España crecerá una media de entre un 1,5 y un 2,5%. Rajoy tenía razón: basta con no estropearlo.

—Cataluña.

—A Cataluña ya no la reconozco. Quizá nunca la conocí. A Barcelona sí, y es peor.

—Marchena.

—Cuando era pequeño, ni los jueces ni los árbitros tenían nombre, hasta que que Guruceta y Garzón lo estropearon todo.

—Plácido.

—Todo lo que no es una amenaza física es una transacción.

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