Joan Didion, cuando la vida se sale del guion

ABC charla con Griffin Dunne, director del emocionante documental «El centro cederá», recién estrenado en Netflix

Joan Didion, su marido y su hija, en su casa de Los Ángeles NETFLIX
Inés Martín Rodrigo

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«De acuerdo». Fue lo único que la escritora Joan Didion (Sacramento, 1934) contestó a su sobrino, el actor y cineasta Griffin Dunne (Nueva York, 1955) , cuando éste le propuso rodar un documental sobre su vida. De aquello hará, por lo menos, seis años. Didion estaba a punto de publicar «Noches azules» (Literatura Random House), hermoso canto fúnebre sobre la pérdida de su hija Quintana, y le pidió ayuda para realizar un tráiler promocional de la obra. «Le dije que lo haría si ella aceptaba rodar un documental dirigido por mí», recuerda Dunne en conversación telefónica desde Los Ángeles, donde se encuentra en pleno frenesí promocional de « El centro cederá », que acaba de estrenar Netflix. «Cuando llevaba más o menos un año trabajando, le pregunté por qué me dejó hacerlo y me dijo que no podía pensar en una razón convincente para decir que no. Así es Joan: todo es un reto envuelto en un poco de misterio, no estás muy seguro de lo que está pensando». Pero Didion le dejó, consintió que se acercara con su cámara a lo más profundo de su alma, escarbara en ella y desvelara el misterio de su vida, que en realidad es el que rige el destino de todos –lectores o no–: la muerte de los seres queridos no nos mata, aunque desearíamos que lo hiciera. El resultado es un retrato triste y emocionante, como la vida.

Concebido en orden cronológico a partir de cada uno de sus libros , desde «Run River» (1963) a «Noches azules» (2011), el documental se basa en el testimonio de la propia Didion, que contesta a las preguntas de su sobrino en el sofá de su apartamento neoyorquino. Rodeada de los recuerdos de quienes ya no están pero siguen presentes, su hija y su marido, John Gregory Dunne, la escritora lucha contra la fragilidad de su propia vida , simbolizada en un cuerpo diminuto, delgado hasta lo enfermizo. En cada contestación, gesticula y mueve los brazos de forma llamativa pero armónica, como queriendo liberar el peso de la culpa. Esa que la acompaña desde la muerte de su hija . «Era adoptada. Me la dieron para que la cuidara y fallé», confiesa a su sobrino, partícipe del dolor. «Sabía que iba a tener que hacerle preguntas difíciles sobre momentos muy dolorosos que vivimos. Mi trabajo era preguntarle sobre los buenos y los malos tiempos. Pero es periodista, esperaba que le hiciese preguntas. Al final, fue difícil para mí preguntar y para ella responder».

Como «banda sonora», Dunne decidió emplear textos de los libros de Didion, que la propia escritora lee, con una voz tan firme que parece salir de un cuerpo distinto, mientras la cámara la sigue en su quehacer cotidiano. Y del presente, vuelta a los recuerdos, esos que construyen la vida. Desde su infancia en Sacramento (California), sus inicios como periodista en Nueva York en los años 60 (« Nunca creí que el paraíso pudiera agotarse », confiesa), su traslado con su ya marido a California... La soleada California, escenario de la furia desatada del jipismo, del verano del amor y sus excesos. Todo aquello lo vivió Didion, y lo relató, hasta convertirse en la cronista de un tiempo pasado que no siempre fue mejor: Janis Joplin, Jim Morrison, Charles Manson... Uno de los momentos más reveladores del documental es cuando la escritora recuerda su encuentro con una niña de cinco años que había consumido LSD porque su madre se lo había dado. «¿Qué sentiste al verla?», pregunta su sobrino. Didion comienza a hablar: «Bien, fue...». Se para unos segundos, sopesa sus siguientes palabras y responde, con contundencia: «Déjame decirte que fue oro. Cuando estás escribiendo un artículo, vives por momentos como ese. Para bien y para mal». Vida. Periodismo. Literatura. El genio indisoluble.

Humor y oscuridad

«Crecí con las suposiciones de otras personas sobre su postura ante la vida y sobre que su propia vida era tan oscura como los temas sobre los que escribía. Pero la mujer con la que crecí tiene un gran sentido del humor. Recuerdo su risa. Cuando entraba en el despacho, era un sitio de trabajo oscuro. Pero en la vida diaria, en la mesa del comedor, con sus amigas y cuando pasaba el rato con mis padre s era de trato fácil, con humor ». La descripción de su sobrino coincide con la de los amigos y familiares que desfilan por el documental. Gente que ha llegado a conformar el «pensamiento mágico» de Didion: Anna Wintour, Calvin Trillin, David Hare, Harrison Ford...

Cuando su editora evoca los momentos en los que la autora, ante el bloqueo, mete el manuscrito en el congelador –literalmente–, la diosa de la literatura se vuelve humana. Y cuando Vanessa Redgrave y ella pasan las páginas de un álbum que contiene viejas fotos de sus hijas, ambas fallecidas, deseas que la vida se detenga ahí, en ese instante eterno. Pero los días siguen, inmunes a la pérdida. « Lo malo es que a mí nadie me sobrevivirá », se lamenta Didion. Y desaparece al final del pasillo.

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