Jesús García Calero
Sin importar el bando
«El premio Nacional de Historia subraya la honestidad exigible a todo buen historiador, y conviene a todos los españoles que valoramos, sobre las opiniones y las simpatías, el peso de los hechos comprobables»
El premio Nacional 2020 ha galardonado un gran libro de historia centrado en documentar hechos incontrovertibles de la retaguardia republicana durante la guerra civil. Celebrando el galardón a Fernando del Rey, me cuenta un importante historiador de la izquierda que no habrá memoria democrática si olvidamos las salvajadas y los crímenes de quienes alardeaban de actuar «en defensa de democracia» , grueso modo de justificar sus sacas, sus paseos, sus fusilamientos sus atrocidades, de las que fueron víctimas tanto religiosos como políticos o simpatizantes de la derecha, cuando no correligionarios tibios.
«Retaguardia roja», de Fernando del Rey, es un libro de microhistoria, pero es gran historia . Documenta de manera incontestable lo ocurrido en una zona de Ciudad Real muy lejana del frente donde los crímenes eran ajenos a toda cadena de venganzas o al avance de las tropas. Pero es extrapolable a toda la zona republicana. Desde la ideología y a sangre fría, se justificó una violencia en caliente para generar el terror. Que el autor sea un hombre de izquierdas es admirable porque subraya la honestidad exigible a todo buen historiador, y conviene a todos los españoles que valoramos, sobre las opiniones y las simpatías, el peso de los hechos comprobables.
Es un premio a los historiadores profesionales que manejan incansablemente fuentes diversas y fiables para construir una sólida memoria democrática, es decir una historia –como diría Santos Juliá, nada favorable al término memoria histórica–. Una historia al completo, sin versión «oficial», sin exclusiones ni sesgos . La verdad comprobable no depende de mayorías, sino de pruebas y en este libro abundan. Ni depende de la trinchera que justifica los crímenes, ni de la idealización propagandística del bando.
No hay memoria democrática sin reconocer la justeza de los hechos ni sin un discurso ecuánime sobre la totalidad de las víctimas. Todas las víctimas lo fueron, en ambos bandos, en todas las clases. Y todos los verdugos lo fueron, aunque les amparara una causa supuestamente justa. Por eso este premio es toda generosa lección para quienes, desde el poder político, o más concretamente desde el Ejecutivo y la «mayoría Frankenstein» del Legislativo, quieren decretar quiénes eran buenos y y quiénes malos en la película de terror incivil que ocurrió en la retaguardia de las dos Españas donde no había combatientes y la represión más execrable fue ejercida «ex aequo».
Y como crítica implícita al sesgo con que nace el proyecto de la Ley de Memoria Democrática, este premio pondrá a prueba incluso a la nueva comisión de las «fake news» inventada en Moncloa: porque las mentiras interesadas sobre el pasado también lo son .