Iván IV, demasiado terrible para merecer un homenaje

Los intentos de enaltecer con monumentos la figura del primer Zar ruso, Iván el Terrible, provoca controversia entre tártaros y musulmanes en Rusia

«Iván el Terrible y su hijo», de Iliá Repin ABC

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La recuperación de personajes históricos polémicos, como el sanguinario dictador comunista Iósif Stalin o, ahora, el primer Zar ruso, Iván Vasílievich IV Grozni, el Terrible (1530-1584), forma parte de la política de adoctrinamiento del presidente Vladímir Putin, dirigida a poner en valor la necesidad de contar con dirigentes «fuertes» capaces de aplicar a veces mano dura en bien del progreso y el desarrollo del país.

La proliferación de estatuas dedicadas a Stalin en los últimos años ya chocó con las críticas de organizaciones defensoras de los Derechos Humanos y de los familiares de las víctimas de la represión desatada por el inmisericorde dirigente soviético. Ahora está pasando algo parecido con Iván el Terrible, cuyos monumentos abren viejas heridas y levantan controversia.

El oligarca ruso ultraortodoxo Konstantín Maloféyev ha decidido financiar de su bolsillo la instalación en Astracán de un monumento dedicado a Iván el Terrible y los musulmanes locales han estallado de ira. Hace unos días se reunió en la ciudad el Foro Mundial de la Juventud Tártara , que profesa el Islam como religión, y se aprobó unánimemente enviar un escrito al gobernador de la región, Ígor Bábushkin, instándole a evitar por todos los medios que se materialicen los planes de Maloféyev y se erija la estatua al controvertido monarca ruso, el primero que se proclamó Zar de todas las Rusias .

En la misiva se afirma que Iván IV «es un símbolo ominoso del genocidio, del desorden, del despotismo, la intolerancia religiosa y la violencia». La iniciativa de los jóvenes tártaros de Astracán, que han condenado también «el enorme daño perpetrado por los crueles opríchniki », la guardia personal creada por el Zar, ha recibido el apoyo de organizaciones musulmanas del Cáucaso Norte y de las autoridades de Tatarstán, cuya capital, Kazán, fue diezmada, quemada y casi destruida por las huestes de Iván IV en 1552. Así cayó el kanato de Kazán y, en 1556, el monarca ruso logró también someter el kanato de Astracán.

Se da la circunstancia de que, el pasado 26 de diciembre, se inauguró un monumento a Iván el Terrible en Cheboksari, la capital de la república de Chuvashia, cuyo primer asentamiento fue fundado precisamente por éste Zar, dando lugar a la aparición de un centro de población floreciente. Es el tercero que se erige en su honor después del instalado en Oriol hace tres años y el recién estrenado, a comienzos de diciembre, en Alexándrov, en la región cercana a Moscú de Vladímir. En los tres casos hubo polémica .

Contestando a una pregunta sobre las manipulaciones de la historia, Putin dijo hace dos años: «fíjense en la famosa leyenda de que Iván el Terrible mató a su hijo y nadie sabe si fue así o no. Muchos investigadores creen que no lo asesinó. Todo fue una invención del nuncio papal que le visitó con la intención de hacer de Rusia un país católico y, cuando el Zar le mando a... ya saben ustedes a dónde, surgieron todo tipo de leyendas sobre la supuesta crueldad de Iván IV».

El jefe del Kremlin daba así la razón a los ultranacionalistas rusos, defensores de la memoria de Iván el Terrible como uno de los mejores zares de Rusia. Estuvo en el trono casi cuarenta años , más que ningún otro monarca ruso. Por eso deploraron siempre el cuadro de gran maestro ruso, Iliá Repin , sobre el zar y su hijo, que aparece en el lienzo con el rostro ensangrentado tras ser asesinado por su padre. Niegan que el Zar matara al heredero al trono golpeándole con su cetro en un ataque de rabia, como asegura la leyenda. El cuadro de Repin muestra a Iván el Terrible con los ojos desorbitados por el horror y el sentimiento de culpa abrazando a su ensangrentado hijo.

Y con este caldo de cultivo, en mayo de 2018, un tal Ígor Podporin , entró en la Galería Tretiakov de Moscú, arrancó una varilla de una valla metálica instalada para impedir un excesivo acercamiento a la obra, y asestó tres profundos arañazos al lienzo de Repin. Expresaba así su desacuerdo con la visión del pintor sobre la personalidad de Iván el Terrible. Él fue condenado a tan solo dos años y medio de cárcel y el cuadro se ha podido restaurar.

« Iván el Terrible y su hijo » ya fue atacado en enero de 1913 por un pintor de iconos acólito del rito ortodoxo según la antigua usanza, Abram Balashov , que le hizo tres cortes con un cuchillo. Obligó a Repin a repintarlo prácticamente desde el principio. La supuesta maldad de Iván IV ha inspirado no sólo a pintores, sino también a escritores, compositores, coreógrafos y cineastas.

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